martes, 19 de julio de 2011

EXITODINAMIA





EXITODINÁMIA

Por Dr. José Bustamante


Hace varios años, -en Guatemala- un excelente amigo me facilitó material relacionado con las leyes del éxito. Muy pocas enseñanzas han dejado en mí una impresión tan profunda como imperecedera y en esta oportunidad, he hecho un resumen en el que me ajusto casi textualmente a los términos usados por los autores de la información referida.
Las ideas vertidas en este mensaje, tienen características tan innovadoras, que con vista a asegurar una traducción omnímoda, se ha hecho indispensable crear neologismos capaces de representar idóneamente el pensamiento de los autores. Sirva de ejemplo su título: EXITODINÁMIA.
Ellos consideran que el éxito no es solamente un evento feliz, una culminación que es posible enmarcar en tiempo o espacio. Por el contrario, el éxito es camino, vía más que entelequia, continúo devenir hacia la meta predeterminada y consciente del ideal. En su acción orientada, en su dirigido anhelo, radica la felicidad: LA EXITODINÁMIA.
Porque sabemos donde queremos ir y tenemos la seguridad interior de que llegaremos, somos felices. Infelicidad es desconcierto. Felicidad es el concierto activo hacia el ideal.
Una aclaración necesaria que es al mismo tiempo un ruego: Trataré de que a través de estas expresiones, pese a su brevedad, usted realice un viaje de gran trascendencia hacia sus más íntimos y personalísimos anhelos y aspiraciones. Permítame entrar pues, en su mente sin grandes rodeos ni formalismos, porque allá dentro del Espíritu, todos tendremos que tratarnos de tú por tú.
Muy dentro de cada uno de nosotros existe el escondido anhelo de realizar algo capaz de llenar de felicidad y satisfacción nuestras vidas y a pesar de que, quizás, algunos releguen estos secretos anhelos al limbo de los deseos frustrados, como si se tratara de cosas imposibles de obtener, jamás podremos olvidar su verdadero y profundo contenido.
Tú, deseas vehementemente obtener seguridad, ser querido, apreciado, importante, útil y respetado por los demás. Si estos son tus deseos, no estás solo. Yo también deseo todas estas cosas e imagino que todo ser humano también la desea.
El solo hecho, de que tú tengas este anhelo es prueba de que es obtenible.
En tu mente existen dos imágenes de tu persona: La primera, lo que tú eres ahora, un ser de quien en muchas ocasiones tú puedes sentirte orgulloso, aunque en otros sentidos, también puedas estar insatisfecho.
La segunda, la imagen del ser que te gustaría desarrollar en ti: Confiado, seguro de ti mismo, elocuente, siempre dispuesto a hacerle frente a una nueva situación y dominarla, respetado por todos los que te conocen.
Este deseo insatisfecho, nacido del contraste de lo que eres y la visión de lo que podrías llegar a ser, es parte de ese descontento que ha inspirado al hombre a dejar la caverna para construir rascacielos.
Es este divino descontento el que hace posible el desarrollo individual y el progreso de toda la humanidad y no el creer que la naturaleza lo realiza para exasperarnos o para sembrar en nosotros la frustración y la infelicidad. La naturaleza se vale de estos estados de insatisfacción, al igual que del apetito, para aguijonear nuestra creatividad y urgir nuestro deseo de alcanzar más altos ideales.
Para la satisfacción de estos deseos la naturaleza nos ha legado un maravilloso endo-mecanismo. Mecanismo interior que nos permite crecer y continuar creciendo mental y espiritualmente, mientras exista en nosotros un hálito de vida.
Sin lugar a dudas, si tus deseos de superación personal se unen a un ferviente anhelo de logros, tú podrás convertirte mañana en el hombre que puedas imaginar hoy. Tu endomecanismo te guiará, indefectiblemente, hacia un éxito cuyos premios y retribuciones van más allá de todas tus especulaciones.
El talento, sin embargo, para producir resultados efectivos, debe ser acrecentado y desarrollado a través del conocimiento y la cultura.
La forma, el color, el perfume, y toda la belleza de las rosas, son parte intrínseca de una pequeñísima semilla. Pero para florecer esa semilla, necesita del cariñoso cuidado y de los nutrimientos de un cultivo adecuado. Si no los recibe, permanecerá por siempre estática e inexpresiva.
Cultiva tus talentos innatos, nútrelos con el estudio, el pensamiento y la experiencia para que ellos también puedan florecer.
Una vez que tú hayas decidido convertir estos deseos y anhelos realidades tangibles, habrás dado el paso más importante que con seguridad conduce al éxito.
Diariamente y a medida que generes el deseo de triunfar, tu confianza se acrecentará acelerando el progreso hacia la consecución del ideal. Tu actitud experimentará grandes cambios. Sabrás que TÚ PUEDES.
Cuando esto ocurra, la manida frase de QUERER ES PODER, adquirirá ante tus ojos la gigantesca estatura de la verdad: YO PUEDO.
Sí, la naturaleza ha puesto en todas las creaturas vivientes, en el momento de nacer, un endomecanismo automático, que sistemáticamente las dirige hacia el éxito. En los animales inferiores, la meta a que se dirigen ha sido preestablecida y limitada a la autoconservación individual y de la especie.
Sin embargo, en nosotros, existe el don de la capacidad creadora capaz de formular nuestras propias metas e ideales. Para obtener paz mental y la felicidad es imperioso llevar un ideal a feliz término.
Como resultado de la experiencia de cientos de individuos, se ha llegado a la conclusión de que para beneficiarse con los conceptos aquí vertidos, se requiere de un esfuerzo continuado, durante un considerable período de tiempo.
El éxito, como Roma, no se puede construir en un día. Allá, entre bambalinas, eso que hemos dado en llamar suerte, no es otra cosa que el estar preparado, alerta y al acecho para capturar la oportunidad en el momento preciso.
Recuerda la frase de Disraeli: -“El secreto del éxito en la vida consiste en estar preparado para la oportunidad cuando ésta llega”.
Si tú estás verdadera y vitalmente interesado en tu futuro, no podrás jamás contentarte con una pequeña porción de cuanto es posible obtener de tu propia existencia. Pero esto será posible, únicamente, si eres capaz de ajustarte a una planificación verdaderamente sistemática.
Innumerables autores nos han hablado de los secretos del éxito, como si fueran algo obscuro y recóndito. No existe tal secreto o piedra filosofal. Las reglas del éxitos son claras y simples. Tú puedes aprenderlas y llegar a manejarlas a tu antojo.
Un número extraordinario de individuos, que parecen tener todos los requisitos y elementos para triunfar, nunca obtienen el éxito. Tienen habilidad innata, educación, personalidades atractivas, talentos de estatura y sin embargo, fracasan en sus intentos. Por qué? Porque hacen caso omiso de ciertas reglas simples pero fundamentales.
Por otro lado, existen individuos que no poseen todas estas ventajas, y sin embargo, llegan a obtener grandes resultados en el campo de los negocios, la familia y la vida social.
La explicación es clara: Estos han adquirido el hábito de vivir haciendo uso de esas simples reglas que aseguran el éxito. En breve expondré algunas de las normas que pueden darte el éxito, felicidad y paz mental. Pequeñas cosas, que quizás por pequeñas, puedan pasar por inadvertidas.
Aclaremos un punto antes de continuar: Las personas, con raras excepciones no fallan por falta de educación, talento o conocimiento. Fallan principalmente por omisión. Es decir, que personas que no tienen nada extraordinario a su favor, obtienen triunfos notables, mientras otras, con todas las ventajas naturales, fracasan.
Cuidadosas investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años, demuestran que solamente el 10% de las personas están verdadera y honestamente tratando de lograr el éxito. El otro 90% sólo tratan de conseguir una excusa para justificar el fracaso. Ese 90% no está dispuesto a trabajar por el éxito, si para ello se requiere el menor esfuerzo.
He aquí la historia de los hermanos Curtis, que ilustra a las claras lo antedicho: Ambos nacieron y se criaron en Michigan. Cuando empezaron a trabajar, ambos consiguieron trabajo en el Taller de pintura Fisher, una División de General Morotrs en su pueblo natal.
Pasaron los años y cuando el mayor de los hermanos estaba listo para retirarse a la edad de 65 años, un periodista le preguntó: Cómo es posible que usted, no pasara en la General Motors del taller de pintura donde empezó? A lo cual él respondió: Nunca tuve ni el tiempo ni el dinero para hacer las cosas esenciales para progresar.
El periodista volvió a preguntar: De dónde su hermano Harold Curtis obtuvo el tiempo y el dinero para convertirse en Presidente de la General Motors? Encogiéndose de hombros respondió: Bueno, él siempre fue muy ambicioso.
Lo que verdaderamente ocurrió, fue que cuando Harold Curtis decidió que quería obtener más de su vida, tomó un curso de teneduría de libros, se graduó, buscó en los avisos clasificados del períodico local y encontró que la División de Bujías de la General Motors necesitaba un tenedor de libros. Allá fue, solicitó el empleo y lo consiguió. Pero sus ambiciones no terminaron allí, por el contrario, continuó superándose hasta lograr ser nombrado Administrador General de la División de Bujías de la General Motors.
Cuando más tarde la División Buicktuvo dificultades, fue nombrado su Administrador General, logrando tanto éxito, que poco después pudo alcanzar la Presidencia de la General Motors.
Harold Curtis hubiera podido alcanzar el éxito en cualquier negocio que hubiera estado solicitando un tenedor de libros, el día en que él leyó los clasificados. Harold Curtis era uno de ese 10% de personas que está al acecho del éxito y no ese otro 90% que se dedica a buscar el derecho a fracasar.
Una de las razones por la cual la mayor parte de las personas, pasan la vida obteniendo tan pocos resultados, es que real y verdaderamente, no saben lo que quieren. Toman las cosas como vienen. Van en busca del placer abúlico y momentáneo en lugar de perseguir la satisfacción duradera que conduce y asegura la felicidad: LA EXITODINÁMIA.
Cuando el hombre se detiene en su búsqueda de placer ocioso y comienza a perseguir el éxito y la felicidad, encuentra el gran pivote de su vida. En la vida de todo triunfador, siempre se encuentra ese momento de transición.
En tu vida tú solamente puedes lograrlo. Si este momento de transición ya llegó para ti, si ya te encuentras en movimiento hacia la meta, quiero que mis palabras sirvan para fortalecer tu determinación.
El paso inicial más importante consistirá en que comiences por analizar tus fuerzas y tus debilidades. Este auto examen, te enseñará a movilizar tus condiciones personales poniéndolas al servicio de tu ambición para obtener una vida pletórica de logros y felicidad.
Desde Sócrates, primer gran maestro de la EXITODINÁMIA, hasta nuestros días, los filósofos han repetido: CONÓCETE A TI MISMO, frase tantas veces escuchada y tan pocas veces entendidas y atendidas a plenitud. CONÓCETE A TI MISMO es la esencia de tu movimiento de transición.
Tú, eres único, singular. No existe otro ni nunca ha existido ni existirá jamás, otro ser humano exactamente igual que tú.
CONÓCETE A TI MISMO, porque aunque tú tienes los mismos deseos básicos de los demás, te diferencia en el grado e intensidad de estos deseos y en la escala de valores que determina lo que es verdaderamente importante para ti. Porque lo que tú determines en tu pensamiento como importante, determinará tus acciones. Tú eres ahora tal y como te concibes. Tú serás mañana tal y como tú te concibas: Fracasado o triunfador.
-II-
Todos Los seres humanos estamos motivados por 4 deseos básicos: PRIMERO: seguridad, abrigo y protección contra los peligros de la vida. De la misma forma en que el hombre primitivo construyó albergues para protegerse contra las inclemencias del tiempo y los animales salvajes, de esa misma forma queremos nosotros protegernos de los imponderables del mundo moderno. El instinto de conservación es la primera ley de la naturaleza.
SEGUNDO: Amor, el deseo de amar y ser amado que actúa como la segunda gran ley. El instinto de propagación y preservación de la especie.
TERCERO: Satisfacción del Yo. Confianza interior en que nosotros, como individuos somos dignos y capaces de admiración. En otras palabras, el deseo de abrigar y defender nuestro AMOR PROPIO.
CUARTO: Posesiones y lujos materiales. Deseo de proveernos de un nivel de vida que garantice la satisfacción de nuestras necesidades materiales y de suficiente dinero para adquirir los lujos inherentes a una vida acomodada.
Analízate y conócete a ti mismo. Toma una hoja de papel y sin prisa alguna, anota cuidadosa y detalladamente, tus verdaderos sentimientos respecto a estos cuatro deseos fundamentales.
A medida que te analices, piensa en estos 4 factores innatos que son necesidad común de los hombres y así podrás observar como los individuos se diferencian los unos de los otros.
Por ejemplo: Supón que tú tuvieras solo el dinero necesario para asegurar la satisfacción de tus necesidades. Que estuvieras felizmente casado y amado por tu mujer y por tus hijos. Esto significa que ya habrías satisfecho las necesidades se SEGURIDAD Y AMOR. Entonces la satisfacción del YO se convertirá en tu deseo más fuerte.
La diferencia de niveles que existen en estos cuatro deseos, distingue a unas personas de las otras. Lo que hace de ti el individuo que eres, es la fuerza y la intensidad de tus deseos por satisfacer esas necesidades.
En la anotación destinada a SEGURIDAD, consigna y proyecta, anticipadamente, tus ingresos y todas tus entradas para este año y para de aquí a 5, a 10, a 20 años. Pregúntate si esto es suficiente para darles seguridad a los tuyos. Si no es así, al lado de dichas cifras expresa, claramente, hasta donde deben acrecentarse en los próximos 5, 10 o 20 años. Lo antedicho debe ser tan claro y conciso que te permita expresar los ingresos que deseas y necesitas durante los próximos años.
20 años, si ahora estás comenzando; 10 si ya te encuentras establecido en tu profesión o trabajo. Pero, es importante que estas cifras y sus respectivas fechas sean claramente predeterminadas y así anotadas en la hoja respectiva.
Bajo el título AMOR, escribe los nombres y las edades de tus seres queridos, especifica las necesidades de cada uno de ellos en un año, en cinco, en diez a partir de la fecha. Cuándo tus hijos estén listos para ingresar a la universidad, estarás listo tú para hacerle frente, económicamente, a la educación universitaria que ellos requieren?...
Determina la cantidad de dinero necesario para satisfacer tales necesidades. Llena los espacios correspondientes a cada uno de tus seres queridos. Después establece una comparación entre tus anotaciones en SEGURIDAD Y AMOR.
Bajo el título SATISFACCIONES DEL YO, haz una lista de las cosas, eventos y acciones que te brindan mayor satisfacción personal. Determina claramente, de qué tiempo dispones para realizar estas cosas. Analiza honestamente cómo estás usando tu tiempo indicando dónde existe una pérdida de tiempo innecesario.
Estos detalles son cruciales, porque lo más común de todas las excusas ante el fracaso es la de no tuve tiempo o dinero para seguir adelante.
La mayor parte de la gente culpa de sus fracasos a factores circunstanciales, cuando la verdad es que la persona misma es la única culpable de sus fracasos. Cada persona es la única responsable de lo que ella haga de sí.
Cuánto tiempo estás tú dedicando a asegurarte el éxito?... o, cuánto tiempo estás perdiendo en cosas inútiles?
Estás obteniendo satisfacción comiendo glotonamente o sentándote frente a la televisión, a escuchar programas que en poco o nada contribuyen a tu enriquecimiento cultural?...
Cualesquiera de estas cosas que hagas, anótelas con sinceridad. Nadie sino tú necesitas revisarlas. Lo peor que puedas hacer es engañarte al no poder conocerte a ti mismo como verdaderamente eres. Una honrada apreciación de tu persona, puede conducir a ese momento de transición que te llevará al éxito y a la felicidad.
Escribe detalladamente aquellas cosas que querrías realizar para darle la verdadera satisfacción al YO. Cosas que te producen complacencia perdurable. Cosas que pueden ganar la buena voluntad y la aprobación de tu familia, de tus jefes, socios o amigos.
El el rubro POSESIÓN Y LUJOS MATERIALES, anota las cosas que posees y que son realmente tuyas. Tú puedes creer que eres dueño de tu casa. Pero, está, acaso, hipotecada?...
Como símbolo de prestigio, puede ser que frente a tu casa tengas un lujoso automóvil. Pero, es totalmente tuyo?..., o todavía te falta pagar varias mensualidades?... O si ya está totalmente pagado, estás ahorrando con vista a poder comprar otro cuando éste se deprecie?... O tendrás que volverlo a comprar en la misma forma pagando intereses que puedan hacerse gravosos en tu economía?...
Y si miras aún, un poco más allá, pregúntate si tienes un fondo de reserva que te permita hacerle frente a un gasto de emergencia imprevisto?... O posee seguros en cantidad suficiente para mantener a tu familia en caso de que tú faltaras?... Si de acuerdo con tus esperanzas vives lo suficiente para tomar buen cuidado de los tuyos, es necesario que recuerdes que tu época de productividad es limitada, por lo cual debes realizar inversiones en bonos, valores, seguros, etc., que te produzcan suficientes dividendos para hacerle frente a tu retiro.
Qué es lo que deseas de tu futuro? Una casa propia en una urbanización más elegante? … ESCRÍBELO frente a ti de tu puño y letra. Haz un inventario de tus posesiones materiales y de lo que tú quisieras tener en el futuro.
Estúdialo. Es realista, o solamente un sueño más?...Revísalo de nuevo, borra aquellas cosas que te parezcan irrealizables. Escribe sólo aquellas que consideres que es posible obtener y más tarde, a medida que progreses, tendrás tiempo para establecer metas más altas.
Al determinar estos pasos escalonadamente, cada vez que logres establecer uno más, más se reafirmarán en ti la seguridad de que puedas llegar mucho más alto.
El joven Harold Curtis podría haber soñado con ser Presidente de General Motors, o quizá Presidente de los E.E.U.U., de América, pero empezó en forma mucho más realista. Fijó su primer objetivo: Convertirse en tenedor de libros, elevando sus aspiraciones a medida que progresaba.
Sin duda, cuando vio la Presidencia de General Motors dentro de sus posibilidades, inmediatamente se encaminó hacia esa meta.
Si eres capaz de realizar, concienzudamente este autoanálisis, habrás descubierto mucho más de ti mismo.
Qué es lo que quieres? … A dónde quieres llegar?... Cuáles son tudos deberes y responsabilidades para contigo y para con los tuyos?...
Realizar un inventario de tu propia persona será el primer paso, el resto es esfuerzo.
Hecho el inventario de tu persona podrás establecer metas de largo alcance para ti. Este paso, indica el camino a seguir en tu acción por la EXITODINÁMIA.

–II-

Todos Los seres humanos estamos motivados por cuatro deseos básicos: PRIMERO: seguridad, abrigo y protección contra los peligros de la vida. De la misma forma en que el hombre primitivo construyó albergues para protegerse contra las inclemencias del tiempo y los animales salvajes, de esa misma forma queremos nosotros protegernos de los imponderables del mundo moderno. El instinto de conservación es la primera ley de la naturaleza.
SEGUNDO: Amor, el deseo de amar y ser amado que actúa como la segunda gran ley. El instinto de propagación y preservación de la especie.
TERCERO: Satisfacción del Yo. Confianza interior en que nosotros, como individuos somos dignos y capaces de admiración. En otras palabras, el deseo de abrigar y defender nuestro AMOR PROPIO.
CUARTO: Posesiones y lujos materiales. Deseo de proveernos de un nivel de vida que garantice la satisfacción de nuestras necesidades materiales y de suficiente dinero para adquirir los lujos inherentes a una vida acomodada.
Analízate y conócete a ti mismo. Toma una hoja de papel y sin prisa alguna, anota cuidadosa y detalladamente, tus verdaderos sentimientos respecto a estos cuatro deseos fundamentales.
A medida que te analices, piensa en estos 4 factores innatos que son necesidad común de los hombres y así podrás observar como los individuos se diferencian los unos de los otros.
Por ejemplo: Supón que tú tuvieras solo el dinero necesario para asegurar la satisfacción de tus necesidades. Que estuvieras felizmente casado y amado por tu mujer y por tus hijos. Esto significa que ya habrías satisfecho las necesidades se SEGURIDAD Y AMOR. Entonces la satisfacción del YO se convertirá en tu deseo más fuerte.
La diferencia de niveles que existen en estos cuatro deseos, distingue a unas personas de las otras. Lo que hace de ti el individuo que eres, es la fuerza y la intensidad de tus deseos por satisfacer esas necesidades.
En la anotación destinada a SEGURIDAD, consigna y proyecta, anticipadamente, tus ingresos y todas tus entradas para este año y para de aquí a 5, a 10, a 20 años. Pregúntate si esto es suficiente para darles seguridad a los tuyos. Si no es así, al lado de dichas cifras expresa, claramente, hasta donde deben acrecentarse en los próximos 5, 10 o 20 años. Lo antedicho debe ser tan claro y conciso que te permita expresar los ingresos que deseas y necesitas durante los próximos años.
20 años, si ahora estás comenzando; 10 si ya te encuentras establecido en tu profesión o trabajo. Pero, es importante que estas cifras y sus respectivas fechas sean claramente predeterminadas y así anotadas en la hoja respectiva.
Bajo el título AMOR, escribe los nombres y las edades de tus seres queridos, especifica las necesidades de cada uno de ellos en un año, en cinco, en diez a partir de la fecha. Cuándo tus hijos estén listos para ingresar a la universidad, estarás listo tú para hacerle frente, económicamente, a la educación universitaria que ellos requieren?...
Determina la cantidad de dinero necesario para satisfacer tales necesidades. Llena los espacios correspondientes a cada uno de tus seres queridos. Después establece una comparación entre tus anotaciones en SEGURIDAD Y AMOR.
Bajo el título SATISFACCIONES DEL YO, haz una lista de las cosas, eventos y acciones que te brindan mayor satisfacción personal. Determina claramente, de qué tiempo dispones para realizar estas cosas. Analiza honestamente cómo estás usando tu tiempo indicando dónde existe una pérdida de tiempo innecesario.
Estos detalles son cruciales, porque lo más común de todas las excusas ante el fracaso es la de no tuve tiempo o dinero para seguir adelante.
La mayor parte de la gente culpa de sus fracasos a factores circunstanciales, cuando la verdad es que la persona misma es la única culpable de sus fracasos. Cada persona es la única responsable de lo que ella haga de sí.
Cuánto tiempo estás tú dedicando a asegurarte el éxito?... o, cuánto tiempo estás perdiendo en cosas inútiles?
Estás obteniendo satisfacción comiendo glotonamente o sentándote frente a la televisión, a escuchar programas que en poco o nada contribuyen a tu enriquecimiento cultural?...
Cualesquiera de estas cosas que hagas, anótelas con sinceridad. Nadie sino tú necesitas revisarlas. Lo peor que puedas hacer es engañarte al no poder conocerte a ti mismo como verdaderamente eres. Una honrada apreciación de tu persona, puede conducir a ese momento de transición que te llevará al éxito y a la felicidad.
Escribe detalladamente aquellas cosas que querrías realizar para darle la verdadera satisfacción al YO. Cosas que te producen complacencia perdurable. Cosas que pueden ganar la buena voluntad y la aprobación de tu familia, de tus jefes, socios o amigos.
El rubro POSESIÓN Y LUJOS MATERIALES, anota las cosas que posees y que son realmente tuyas. Tú puedes creer que eres dueño de tu casa. Pero, está, acaso, hipotecada?...
Como símbolo de prestigio, puede ser que frente a tu casa tengas un lujoso automóvil. Pero, es totalmente tuyo?..., o todavía te falta pagar varias mensualidades?... O si ya está totalmente pagado, estás ahorrando con vista a poder comprar otro cuando éste se deprecie?... O tendrás que volverlo a comprar en la misma forma pagando intereses que puedan hacerse gravosos en tu economía?...
Y si miras aún, un poco más allá, pregúntate si tienes un fondo de reserva que te permita hacerle frente a un gasto de emergencia imprevisto?... O posee seguros en cantidad suficiente para mantener a tu familia en caso de que tú faltaras?... Si de acuerdo con tus esperanzas vives lo suficiente para tomar buen cuidado de los tuyos, es necesario que recuerdes que tu época de productividad es limitada, por lo cual debes realizar inversiones en bonos, valores, seguros, etc., que te produzcan suficientes dividendos para hacerle frente a tu retiro.
Qué es lo que deseas de tu futuro? Una casa propia en una urbanización más elegante? … ESCRÍBELO frente a ti de tu puño y letra. Haz un inventario de tus posesiones materiales y de lo que tú quisieras tener en el futuro.
Estúdialo. Es realista, o solamente un sueño más?...Revísalo de nuevo, borra aquellas cosas que te parezcan irrealizables. Escribe sólo aquellas que consideres que es posible obtener y más tarde, a medida que progreses, tendrás tiempo para establecer metas más altas.
Al determinar estos pasos escalonadamente, cada vez que logres establecer uno más, más se reafirmarán en ti la seguridad de que puedas llegar mucho más alto.
El joven Harold Curtis podría haber soñado con ser Presidente de General Motors, o quizá Presidente de los E.E.U.U., de América, pero empezó en forma mucho más realista. Fijó su primer objetivo: Convertirse en tenedor de libros, elevando sus aspiraciones a medida que progresaba.
Sin duda, cuando vio la Presidencia de General Motors dentro de sus posibilidades, inmediatamente se encaminó hacia esa meta.
Si eres capaz de realizar, concienzudamente este autoanálisis, habrás descubierto mucho más de ti mismo.
Qué es lo que quieres? … A dónde quieres llegar?... Cuáles son tudos deberes y responsabilidades para contigo y para con los tuyos?...
Realizar un inventario de tu propia persona será el primer paso, el resto es esfuerzo.
Hecho el inventario de tu persona podrás establecer metas de largo alcance para ti. Este paso, indica el camino a seguir en tu acción por la EXITODINÁMIA.

–III-


Antes de continuar déjame advertirte que, como en cualquier tipo de camino, existen obstáculos a lo largo de él. No son insalvables ni aún siquiera verdaderamente importantes, pero tienes que mantener en tu mente que el traspié, no lo damos contra la montaña sino contra la pequeña piedra del camino.
Anda con cautela, démonos o no cuenta, todos somos hijos del hábito. Los hábitos adquiridos descuidadamente, pueden llevarnos a una rutina mediocre. Esos hábitos no nos conducen hacia la meta sino que por el contrario, nos pueden desviar de ella.
Solamente controlando y dirigiendo nuestros hábitos podrán ellos impulsarnos hacia el éxito y firmemente atamos, en forma paradójica, a la libertad del triunfo, de la misma forma en que nos pueden atar al fracaso si no los dominamos y dirigimos.
Todo el mundo, sin importar origen o profesión sigue algún tipo de procedimiento normalizado, estandarizado.
Algunos elijen estos procedimientos cuidadosamente con un bien definido propósito desarrollando hábitos que automáticamente nos hacen reaccionar correctamente en el lugar y tiempo preciso.
Estos son los pocos que hacen que sus acciones inclinen la balanza hacia el triunfo continuado de la EXITODINÁMIA.
Por el contrario, otros, la mayoría, se dejan llevar por procedimientos que no tardan en convertirse en improductivas rutinas. Se vuelven rígidos y dogmáticos, por qué?.... Porque nunca han pensado en lo que han estado haciendo.
Nunca han logrado hacer interesante sus trabajos o sus vidas, por lo cual, han fracasado en atraer a los demás. No se dan cuenta que son ellos mismos los aburridos, ellos mismos los que se condenan a vivir una vida opaca y aburrida.
Tú, no quieres esta vida para ti. Tú quieres vivir una vida estimulante y llena de interés.
El hombre dedicado a obtener el éxito, debe asegurarse de que está haciendo uso de sus hábitos de forma y manera que los mismos lo ayudan a seguir su plan casi automáticamente.
Decimos automáticamente, porque probablemente, el 90% de todas nuestras acciones es realizado de esta forma. Esto es: Inconscientemente, determinado por el hábito.
Esto nos favorece extraordinariamente ya que si nosotros tuviéramos que pensar conscientemente en la realización de cada uno de nuestros movimientos sería muy difícil poder llevar a feliz término el más simple de ellos.
Los buenos hábitos se determinan primero empezando por pensar cuál es la forma más eficiente de realizar cualquier función determinada. Segundo, asegurándonos de que la realizamos de la misma forma y cada una de las veces. Como resultado, desarrollaremos un buen hábito.
Recordemos la frase de Thayden, poeta inglés del siglo XVII: Primero, nosotros fabricamos nuestros hábitos; después ellos nos fabrican a nosotros.
Los malos hábitos los adquirimos al dejarnos llevar por la corriente, sin antes decidir, inteligentemente, cuál es la mejor forma de realizar una tarea o función, o quizás, pensando en forma negativa acerca de ella.
La práctica perfecciona, pero lo que es aún más importante, la práctica también nos crea el hábito de la perfección.
Decídete a cultivar buenos hábitos y verás como ellos se encargarán de acercarte automáticamente al éxito y a la felicidad.
Tú puedes y debes cultivar hábitos constructivos que sirvan para eliminar o desplazar los malos hábitos. La mejor forma de eliminar un hábito es sustituirlo por otro.
Selecciona hábitos que te ayuden en la obtención de tus objetivos. Pregúntate… estos hábitos son capaces de ayudarme a obtener mis objetivos?
Tus objetivos determinan tu conducta. Tú puedes provocar el momento de la transición en tu vida reconociendo tus deberes y responsabilidades para contigo mismo, tus seres queridos y tu empleo o profesión.
Reconoce y acepta estas responsabilidades y deberes y procede a realizarlos al máximo de eficiencia y haciendo uso de toda tu capacidad. Repito, el momento de transición de tu vida llegará cuando tú reconozcas tus deberes y responsabilidades para contigo mismo, tus seres queridos y tu trabajo.
Cuando tú aceptes estos deberes y responsabilidades y procedes a realizarlos al máximo de tu habilidad y eficiencia, podrás cumplirlos a cabalidad.
Pero es indispensable que primeramente definas la meta o ideal a donde pretendes llegar y después te des al empeño de ir en su búsqueda.
Esto incluye tanto una planificación cronológica, como el deseo de generar, a través de la automotivación, la energía necesaria.
El poder extraordinario de determinar en tu mente objetivos claros servirá de eslabón entre pensamiento y propósito. Ya esto, no es soñar despierto, tú sabes a donde vas y tus pensamientos y acciones ahora se concretarán en llevarte hasta ese punto.
El primer paso hacia la EXITODINÁMIA sirvió para analizarte a ti mismo, para establecer tus verdaderos anhelos, basándote para ello en los cuatro deseos básicos:
Primero: Seguridad. Segundo: Amor. Tercero: Satisfacción del Yo; y: Cuarto: Posesiones y lujos materiales.
Ahora, también, como en el caso precedente, necesitas anotar cuidadosamente:
Primero tus objetivos; Segundo tu plan de acción; Tercero los controles que servirán de puntos de referencia para medir tu progreso y Cuarto: los procedimientos de automotivación de que vas a hacer uso.
A medida que definas tus objetivos asegúrate que la definición y descripción de tus deberes y responsabilidades sean claras, definitivas, realistas y factibles, si realizas las acciones necesarias.
En esta parte de tu planificación, es preferible que tus objetivos sean más bien bajos que altos porque siempre tendrás tiempo de elevarlos después.
Cada escalón que conquistes de dará la confianza y la seguridad que necesites para acelerar tu progreso. Con la meta e ideal fijos en tu mente, el próximo requisito es un plan para movilizarte hacia la obtención de tus propósitos.

–IV-

El plan que elabores en torno a tus objetivos requiere un plazo de tiempo prefijado para la ejecución de cada una de sus etapas. Es imprescindible que mantengas vivo el reto de completar cada uno de estos pasos en el lapso prefijado.
Establece puntos de referencia que te permitan determinar, hasta que punto, tu progreso hacia la meta está siendo llevado a cabo dentro del término.
Esto, automáticamente, sugiere una pregunta: Qué es lo que tú vas a hacer el día de hoy?...
El tiempo de que dispones está ahora en tus manos, aprovéchalo, porque tú tienes que recorrer hoy el camino recorrido, si es que esperas estar mañana en un lugar determinado.
Después de determinar tus objetivos y el plan de acción para lograrlos, el próximo paso consiste en situar una serie de puntos de referencia que te permitan verificar tu progreso en relación con el tiempo que tienes a tu disposición para llegar a la meta.
Con esto asegurarás una excelente administración de tu tiempo.
Empieza inmediatamente a administrar tu tiempo haciendo uso de un sistema cuyos resultados han sido demostrados por la más amplia experiencia. Este sistema se basa en 3 puntos:
1. Plan de Ejecución.
2. Control de referencia.
3. Y, automotivación.

El control de referencias, sirve a modo de apreciación crítica para indicar cómo la ejecución está siendo llevada a cabo con respecto al plan y qué resultados se han de obtenido en relación a los objetivos.
El control de referencia te servirá, no sólo, para mejorar la ejecución, sino, también, para corroborar y mejorar la efectividad de tus planes a medida que progreses.
Recuerda que tu plan debe contener un plazo prefijado para su ejecución. El uso sistemático del control de referencias también te servirá para verificar tus logros con respecto al plazo de tiempo fijado.
Escribe tus logros y realizaciones, verifícalo comparativamente con el plan y mantente dentro del plazo de tiempo fijado.
El logro de estos objetivos inmediatos trae aparejado y como resultado tácito la automotivación, y con ella, el estímulo necesario para mantener la disciplina que impedirá una disminución prematura de velocidad antes de la terminación de la carrera.
La automotivación, también nace de mantener los deseos de superación vivos y en forma tan ardiente que enciendan en ti la llama del entusiasmo y de la persistencia.
Una sensación de satisfacción inigualable surgirá en ti a medida que avances, paso a paso, en tu camino hacia el éxito.
Esta satisfacción derivada de la realización misma es la EXITODINAMIA.
La automotivación te estimulará, aún más, a medida que tú aceptes tus responsabilidades, determines tus objetivos y planifiques la forma de cómo lograrlos.
Es necesario que tengas un ferviente deseo de logros, lo suficientemente fuerte, como para arrastrarte a la acción necesaria para lograr tus objetivos e ideales.
Innumerables libros y ensayos te dicen: Debes motivarte, debes ser entusiasta. El entusiasmo, se sobrepone a todos los obstáculos. Nada grande se puede obtener sin entusiasmo.
El individuo entusiasta, si bien a veces insatisfecho, nunca se siente descorazonado.
Todo esto es cierto, pero: Cómo se puede generar esta automotivación y entusiasmo?... La fórmula es simple, para automotivarse: Primero hay que tener un objetivo, pero un objetivo que nos entusiasme.
Por este motivo, necesitas tener una meta, un ideal que te sientas con derecho de alcanzar.
Entonces es cuando vas a hacer uso de la más poderosa fuerza que ha conocido la historia del progreso humano: LA IMAGINACIÓN. Albert Einstein, en una ocasión dijo; La imaginación es más importante que el conocimiento. Todos sabemos que poseyendo, como él poseía ambas, su juicio debe ser respetado.
Siembra profundamente en tu mente la imagen del hombre que tú quieres llegar a ser y de los beneficios y ventajas espirituales y materiales que ello te traerá aparejado.
Ve, con los ojos de la imaginación, como disfrutas de tu triunfo. Siéntete en posesión de las cosas que tú deseas como si ya las poseyeras. He aquí el secreto.
Mantén en tu mente esta imagen constante. Ella transformará tu futuro, ella te estimulará en la búsqueda de conocimientos.
De qué vale todo el alimento del mundo sin apetito? Esa imagen, es el apetito, ella genera en ti mismo un entusiasmo inextinguible, un irresistible deseo de obtener una vida mejor que te motive a la acción.
El fruto de la razón se cosecha con la acción, pero no olvides que la imaginación es la semilla fértil.
Tu superación personal debe ser el objetivo más alto de tu vida.
Comprende el desarrollo de tu mente, de tu cuerpo, de tu Espíritu.
Este objetivo sobrepasa en importancia todas las demás cosas porque se trata de tu superación personal, la que realiza tus otras acciones y te engrandece.
Si a ti te falta confianza en ti mismo, este deseo de superación personal te abrirá los ojos permitiéndote ver el poder que existe en ti y te dará el valor para enfrentarte, cara a cara, con cualquier circunstancia o situación.
Para poder obtener el beneficio de la EXITODINAMIA, debes abrir tu mente de par en par a las ideas, sugerencias y pensamientos que te he presentado. Yo, creo firmemente que tu mente está receptiva.
A medida que tú sigas estas sugerencias, podrás ir notando una mejoría ostensible. Notarás un cambio definitivo en tu forma de pensar, en tu poder de comprensión, en tu habilidad de resolver problemas, para expresar tu pensamiento con fuerza, elocuencia y convicción.
No suena acaso esto como si te estuviera ofreciendo el mundo en bandeja de plata?... Así suena y así es.
Créeme, ésta es una promesa válida. Con toda seguridad se cumplirá.
Yo he visto cambios extraordinarios ocurrir en las vidas de hombres y mujeres que han hecho esfuerzos sinceros por seguir estos procedimientos, que no por simples son menos efectivos.
Lo primero, es cambiar la actitud mental.
En el año de 1900 cuando la luz eléctrica y el automóvil daban comienzo a la más grande y dramática evolución industrial de la humanidad, William James, profesor de Harvard, Doctor en medicina, psiquiatra, filósofo y uno de los más connotados pensadores de este siglo, haciendo caso omiso de todos estos descubrimientos, declaró:
-“El más grande descubrimiento de mi generación es el de que los seres humanos pueden cambiar sus vidas cambiando sus actitudes mentales”.
Tu potencial es tan grande como el de cualquier otro ser humano y posees una subconciencia, que instintivamente, te orienta hacia la realización de tus sueños y esperanzas.
Tú vas a convertir esos sueños y esperanzas en fructíferos logros.
Tú, vas hoy a hacer un voto:
-Yo acepto los deberes y responsabilidades para conmigo mismo, mi familia y mi trabajo y me doy cuenta de que solamente podré realizarlos, a cabalidad, formulando y siguiendo un plan definido.
Con esta actitud mental yo voy a lanzarme a una gran aventura que ya me está llevando al camino de la comprensión, los logros, la paz mental y el éxito. Al feliz camino de la EXITODINAMIA.

Caracas, enero de 1982.

HACER LO QUE SE TEME!









HACER LO QUE SE TEME!

POR ©GIUSEPPE ISGRÓ C.


Existe un gran secreto: Afrontar toda situación causante de temor, con prudencia, coraje, templanza y un sentimiento de lo justo, asumiendo las consecuencias y las responsabilidades inherentes, con la verdad por delante, y el temor se desvanecerá ipso facto, en el mismo instante de tomar la decisión de hacerlo.
-“El ancho mundo, -escribió William James- gira alrededor nuestro, nos antepone toda suerte de cuestiones y nos prueba con todas clases de caminos”-.
Todo temor procede de una causa, sobre la cual se requiere reflexionar para discernir su realidad y las eventuales consecuencias implícitas, en el mejor y en el peor de los casos.
El temor encierra señales ocultas que es preciso desentrañar. Indica uno o varios caminos a seguir: el correcto y el que debe ser evitado, entre cuyas opciones se requiere elegir el mejor curso de acción: el que aporte el resultado factible más favorable y que implique, al mismo tiempo, el menor riesgo posible. Y, que, además, dicho resultado satisfaga.
El temor es la acumulación de una fuerza interior expresada en polaridad negativa que se hace necesario transmutar en su opuesta positiva, es decir, en autoconfianza y valor; en tranquilidad de la mente y en sosiego del ánimo.
El conocimiento de la naturaleza del temor, y de la causa que lo origina, asumiendo la realidad y responsabilidades inherentes, afrontando las consecuencias con serenidad y calma imperturbables, sean cuales fueren, emprendiendo las acciones necesarias que aporten las soluciones, que engendren los acuerdos entre las partes, que canalicen los recursos creativamente, es el camino a seguir.
El maestro estoico Epicteto tuvo clara percepción del estado mental idóneo cuando expresó: -“Lo que importan no son las cosas en sí mismas, sino nuestra propia comprensión y actitud frente a ellas”.
Afrontar lo que se teme, es la vía más corta para adquirir mayor grado de coraje frente a la vida.
Marco Aurelio, otro de los insignes estoicos, estimaba que es indispensable “mirar las cosas de frente y conocerlas por lo que son”.
La conciencia del justo genera las fuerzas morales que impelen a afrontar las situaciones y resolverlas exitosamente, con dignidad. La de quien ha dejado de proceder correctamente, le hace imaginar todas clases de males que le atormentan.
Platón era del parecer que el valor, o coraje, como virtud, debe acompañarse con la temperancia, la justicia y la prudencia.
La vida antepone a cada quien las pruebas adecuadas y en la justa proporción de sus fuerzas. Esto significa que, desde el momento en que se enfrenta una situación es porque se está en condiciones de superarla con éxito. Toda adversidad afrontada manifiesta la potencia interior equivalente y en grado suficiente para superarla exitosamente.
Es preciso centrar la atención en los resultados capaces de trasmutar toda situación en la condición perfecta de equilibrio.
Seleccionados los objetivos que contengan aquellos resultados satisfactorios, se desbroza el camino y se aclara el panorama. La energía creadora, en vez que quedar bloqueada, expresándose como temor, lo hace como determinación de triunfar, canalizándose en el logro de la solución.
La intuición, previa aplicación del método científico de resolución de situaciones, aporta el conocimiento de qué, del cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del cuánto y del por qué.
La fuerza psico-cinética, poder potencialmente infinito de la mente, expresa el poder suficiente para alcanzar la meta satisfactoriamente, si no se abandona a mitad de camino cuando las cosas se ponen menos fáciles. La persistencia es la clave del éxito en el logro de cualquier objetivo por exigente que sea. Se manifiesta como fuerza de empuje o de bloqueo, que permite estar en el lugar correcto, haciendo la cosa adecuada, en el momento oportuno.
Es preciso hacer una cosa prioritaria a la vez. Un paso a la vez en dirección de la meta, conservando la mente serena. Si sabes a donde va, y te pones en camino con férrea voluntad de llegar hasta allí, llegarás indefectiblemente. Si sabes lo que quieres lo alcanzarás. Si no lo sabes tú, quién debes saberlo por ti?
Conociendo lo que debe hacerse, cómo hacerlo, y en cuánto tiempo, se experimenta, enseguida, un sentimiento de seguridad, de confianza y de entusiasmo. El sentido direccional interno orienta la acción en la dirección correcta y atrae a todos los elementos coadyuvantes, por la ley de atracción.
Decía Harold Sherman: -“Tu verdadero ser sabe porque estás aquí, y que tienes que hacer. La vida es exactamente lo que tú haces de ella mediante tu pensamiento. La persona afortunada se representa el éxito y dedica todo su esfuerzo para ayudarse a alcanzarlo”.
La vida suele poner pruebas de resistencia cuando se está a punto de realizar el objetivo. La persona cuyo coraje se sustenta en la reflexión profunda, si llegare a caer se vuelve a levantar y continúa con la mirada fija en el blanco hasta alcanzar la meta.
Jamás debe abandonarse a mitad de camino o antes de terminar el juego. Calvin Coolidge, dijo: -“En el mundo nada ocupará el lugar de la persistencia”. La constancia es todopoderosa y determina que lo que parece imposible de alcanzar se haga realidad.
Hacer lo que se teme fortalece la seguridad en sí mismo. Nada temas; el 90% de lo que se teme no ocurre jamás. Lo que, realmente, sí lo hace, si lo abordas con optimismo y asunción del éxito, resolverás, siempre, lo más favorablemente posible. Sea cual fuere el resultado que se vaya a obtener, si se asume y acepta, constituye una ganancia múltiple, aunque resulten pérdidas. El aprendizaje que se deriva de cada situación afrontada y la fortaleza que se desarrolla, son beneficios colaterales que es preciso valorizar.
Precisa tus objetivos a corto, mediano y largo plazo; escríbelos, para darle carácter de permanencia. Para lograrlos, averigua los intereses de las personas interesadas y ayúdales a satisfacerlos, con lo cual obtienes, al mismo tiempo, lo que tú precisas. Piensa en los anhelos ajenos y coopera a que los logren. Ahí reside la clave del éxito y de la riqueza.
Si deseas forjar una empresa sólida, compenétrate de las necesidades del segmento de mercado que aspiras atender y aporta el mejor servicio o producto, en condiciones idóneas de comercialización.
Si debes adquirir una casa, averigua las opciones del mercado, los precios, financiamientos, requisitos, y elige la opción que, en tu caso, mejor se aplique. Asesórate con gente competente en su profesión. Saben como allanar los caminos.
Precisas cantidades importantes de dinero? Qué puedes dar a cambio? Averígualo, apórtalo y consíguelas.
El conocimiento es la clave para desvanecer el temor. La luz evacua la oscuridad. El coraje viene de la reflexión, al hacerse cargo probable de los resultados de la propia acción; del pro y de los contra. El conocimiento, además del estudio, viene dado por la mente interior durante la meditación, planteándole preguntas. En cambio la acción efectiva que conduce al logro, se potencia mediante un fuerte deseo sostenido en el espacio y en el tiempo, con persistencia tenaz, potenciado por la autosugestión y la visualización creativa, respetando, al mismo tiempo, el derecho de los demás.
Norman Vincent Peale, dijo: -“El secreto para conseguir lo que anhelas de la vida es saber lo que quieres y creer que puedes obtenerlo, haciendo, siempre, algo para los demás”-.
La ley universal es la del éxito en todas las realizaciones humanas, siempre que se actúe en concordancia con los valores universales. Todos pueden y deben alcanzar el éxito. La misma vida impele a ello.
Nada temas. Todo va bien. A pesar de todo, sigue adelante! Afronta con método científico toda situación. Pero, también usando tu intuición y el poder creador de tu mente, incluyendo el poder de la gratitud: Da las gracias porque todo está ya resuelto o alcanzado. Expresa gratitud porque las cosas son mejores de lo que pudieron haber sido.
Recuerda, cuando más duras se ponen las cosas, cuando se toca el fondo, es el momento en que las cosas suelen cambiar de aspecto, en su lado más favorable.
El secreto reside en vencerse a si mismo, controlando los propios pensamientos y sentimientos. En transmutar el temor en valor. El temor es una fuerza acumulada que busca una vía de expresión y que, al igual que el dolor, alerta de los peligros que hay que afrontar para resolver algunas cosas que se estaban descuidando.
Esa fuerza acumulada en lo interno, como temor o insatisfacción, es canalizada creativamente, al orientarlas a los resultados positivos que generarán los objetivos programados, una vez que hayan sido planificados. La meta clara, en la mente, genera confianza y canaliza la energía creadora. La mente serena y en calma, genera el poder trascendental de la fuente universal, por la conexión divina.
Confía en Dios, en la vida, en ti, y en que, si haces lo que debes, alcanzas la solución satisfactoria, siempre.
Virgilio dijo: -“Puede vencer quien se cree capaz de hacerlo”-.

MÉTODOS PARA HACER FRENTE A LOS TEMORES

1. “Pondere las probabilidades de que llegue a ocurrir lo que usted teme.
2. “Tenga fe en la habilidad que Dios posee de regir el universo inteligentemente. Cuando necesite más valor del que cree tener, medite pidiendo ese valor”.
Dora Albert

3. “Usted puede si crees que puedes”.
(Norman Vincent Peale)

4. -“No se aflija con anticipación, pues es posible que la vida resuelva su problema, aún hoy, sin ningún esfuerzo de su parte. Antes de las dificultades de ahora, usted ya enfrentó inmensas otras y ya se libró de ellas, con el auxilio invisible de Dios”-.
André Luiz

5. –“Cuando el mundo parece que se acaba, comienza de nuevo”-.
Michele Isgró Scibilia.

6. –Aquietase. Relájese, una mente tranquila genera poder. Usted puede tener confianza. Afirme aquí y ahora, diez veces: Puedo resolver bien esta situación; voy a resolver bien esta situación.
o –En el momento que afronta la situación, asumiendo su responsabilidad inherente, fuerzas positivas comienzan a actuar generándole ideas y poder suficiente para solucionarlo.
o –Tome una hoja de papel y escriba todo lo que precisa solución. Escriba la realidad sin engañarse. Si la mente conoce la realidad y la magnitud de la situación, generará el poder suficiente para resolverla.
o –En el momento de hacerlo, comienza usted a controlar la situación.
o –Las situaciones plasmadas en el papel se dominan mejor, pues se redimensionan a su realidad objetiva.
o –Divida cada caso en sus partes más pequeñas y jerarquice cada paso por su orden de prioridad.
o –Busque todas las probables soluciones y seleccione la que es más viable.
o –Ataque una cosa a la vez por su orden prioritario. Usted puede resolver todo si aborda un caso a la vez.
o –Déle tiempo a su mente psiconsciente para que le aporte las intuiciones e inspiraciones que le permitirán resolver el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por qué.
o –De las gracias al Creador Universal porque ya la situación está resuelta en sus planes cósmicos”.
o –Toda necesidad o situación por resolver que se afronte, genera, automáticamente, un poder equivalente y suficiente capaz de resolver la situación.
o –Las situaciones por resolver son la fuente del propio poder. Para que pueda expresarse en determinado grado el poder potencialmente infinito que se anida en su interior, es preciso que se tengan necesidades y situaciones por resolver. Si hay necesidad, hay poder. Es la ley.
o –Recuerde, lo peor jamás sucede; y lo que realmente llegue a suceder, cuando lo mire cara a cara, sentirá emerger el poder interior que le dará fuerzas suficientes para resolverlo con éxito.
o –La clave: afronte con valor cualquier situación que le competa”. Adelante. Usted puede resolver todo, con la ayuda de Dios, siempre.
o –Para casos muy difíciles, o cada vez que usted quiera generar un gran poder realizador, relajante, creativo, sosegador, repita mil veces –o más-, al día, el nombre de Dios. Es una técnica espiritual de gran efectividad, por cuanto descentra la atención de lo que le preocupa, abstrayéndole de la realidad objetiva, y le conecta con la fuente de toda luz, poder, sabiduría, justicia, compensación, perdón y amor, activando, positivamente, los poderes creadores de su mente. No abandone, persista, tenazmente, en la solución. (El Creador Universal: ELOÍ, ALÁ, JEHOVÁ, YAVHÉ, DIOS, YO SOY, el que usted quiera).
Giuseppe Isgró C.
(Autor del libro: TODO TIENE SOLUCIÓN, El arte de resolver situaciones).




sábado, 16 de julio de 2011

LAS SEIS CUALIDADES









LAS SEIS CUALIDADES

POR ALDO LAVAGNINI


Pueden agruparse estas cualidades o calificaciones en 3 pares, el primero de los cuales se refiere al dominio de sí mismo en el doble círculo de la actividad mental y exterior, el segundo al binomio tolerancia-contentamiento y el tercero a la unidad de propósito y a la confianza.
Como condiciones necesarias para el perfecto desarrollo de una actividad inspirada adentro, estas cualidades pueden también considerarse como el complemento de las tres que vimos para el grado de Compañero: alegría, fervor y libertad. Las mismas cualidades expresan, pues, la mística alianza entre el Hombre y Dios –determinada por las aspiraciones elevadas o Ángeles que suben de aquél- y convertidas en activa cooperación por los Arcángeles o inspiraciones que descienden del segundo y dirigen al primero, según su receptividad y mansedumbre, en su actividad y en toda circunstancia de la vida.
El mismo número 6, de las cualidades muestra cómo puede conducir a la perfección central representada por el número 7.
DOMINIO DE LA MENTE
El signo de silencio indica el dominio de la mente como uno de los objetos fundamentales del Maestro Secreto: es preciso aprender a callar, no solamente las palabras, sino también los pensamientos que no están en armonía con las finalidades constituidas por nuestras aspiraciones más elevadas. Especialmente deben evitarse todas aquellas emociones (o movimientos interiores) que turben su claridad y le impidan reflejar debidamente los planes siempre perfectos del G.•. A.•., como, por ejemplo, toda forma de irritación o impaciencia, angustia o temor.
Nada –nada de lo que acontece exteriormente y quiere imponerse en nosotros, sobreponiéndose a nuestras buenas intenciones- debe tener el poder de turbarnos y, menos todavía, hacernos desviar de nuestros más elevados propósitos y mejores determinaciones. Todo esto pertenece al círculo de la ilusión periférica, mientras que lo que debe dirigirnos y dominar nuestros pensamientos y acciones ha de ser únicamente la realidad central de nuestro verdadero ser.
Sobre todo cuanto intente imponerse a nuestras determinaciones debemos aprender a proyectar la luz interior del discernimiento, que puede dominarlas y evitar que nos dominen: son las tinieblas del caos exterior sobre las que debe verterse, para disiparlas, la Luz que interiormente hemos encontrado. Pero para este fin se necesita que nuestra atención se concentre sobre la luz, ya no sobre las tinieblas, pues de otra manera éstas llenarían, con nuestros ojos, todo el círculo de la manifestación individual.
Nada debe turbar la serenidad y el equilibrio de nuestra mente y contristarnos, y es nuestro deber mantenernos contentos, serenos y alegres en cualquier situación, por la siguiente triple razón: primero, lo que cuenta no son las cosas en sí mismas, sino nuestra propia actitud interior respecto de ellas; segundo, nuestro dominio sobre las mismas depende del dominio que tengamos sobre nuestra propia mente; tercero, la perfecta serenidad de nuestra mente es la única condición que permite a la Luz interior brillar en ellas, como un sol en un cielo sin nubes.
Toda vez que las cosas externas tienen el poder de hacernos desviar de nuestra tarea, o de la perfecta condición de equilibrio y serenidad mental en la que puede dignamente cumplirse, nos hacemos esclavos de las mismas e indignos obreros del G.•. A.•., el Principio Ideal y Divino, al que sólo hemos de servir –con alegría, fervor y libertad- reconociendo su Omnisciencia y Omnipotencia.
Lo importante no es lo que nos acontece –un pasivo reflejo periférico, producido por nuestras acciones y pensamientos pasados- sino lo que en cada momento pensamos y hacemos. No desperdiciemos, por lo tanto, en la tristeza, en la melancolía y en la recriminación un tiempo precioso que podemos útilmente emplear fijando nuestra atención en aquella Luz infinita que brilla constantemente en nosotros, y que tiene el poder de disipar toda tiniebla exterior, a condición de que nos abramos interiormente para recibirla, llenándonos con ella y proyectándola exteriormente.
Se nos hace así patente la necesidad de aprender a concentrarnos, a fijar el pensamiento sobre un punto o una meta determinada, evitando que cualquier cosa tenga el poder de desviarlo: en esto precisamente estriba el dominio de la mente.
DOMINIO DE LA ACCIÓN
La actividad viene a ser rectamente dirigida cuando la iluminan nuestras más altas inspiraciones.
Debemos aprender a realizar nuestro propio deber, según nos dicta interiormente nuestro Genio Individual, que es distinto de aquellos deberes que muchas veces se creen en el deber de imponernos los demás.
La doctrina del deber –llamado en sánscrito Dharma, de la raíz dhri, que significa “sostener, soportar, dirigir”- es uno de los puntos de más importancia en la Filosofía Iniciática. Toda ella estriba en aprender nuestro deber, que consiste en manifestar nuestro Ser interior, hacer que se expresen sus cualidades, potencialidades y posibilidades latentes. Pues nuestro verdadero deber es el sostén, y por ende, el impulso interior –lo que nace de nuestra Vida Elevada, del Hiram en nosotros- que debe guiarnos y dirigirnos en cuanto somos y hacemos.
Nuestro verdadero deber –el deber de cada uno de nosotros en cualquier momento o circunstancia- nos lo dice en sencillas, sublimes palabras el Nazareno: “Hacer la Voluntad de Dios”. Es decir: expresar o manifestar la Luz que se halla latente en nosotros, nuestro Verbo animador, según el mismo quiere, desea y nos inspira. Y esto debe hacerse como mejor podamos, para que la perfección latente (el plan del G.•. A.•.) hágase manifiesta.
Sin embargo, el hecho de seguir nuestras más elevadas aspiraciones interiores no significa que hemos de descuidar los deberes ordinarios de la existencia, ni faltar a nuestros compromisos, y a lo que legítimamente se espere de nosotros; pero tampoco hemos de permitir que deberes imaginarios nos alejen de la senda de la expresión de lo Divino, que es constantemente nuestro principal deber y la suprema finalidad de la existencia.
Por lo tanto, el discernimiento individual debe ejercerse en cada circunstancia, haciendo que los unos armonicen con los otros –la escuadra que mide lo material, con el compás que comprende lo espiritual- y que ni las consideraciones materiales mermen los impulsos de la Vida Elevada, ni éstos sean en detrimento de su perfecta manifestación.
TOLERANCIA
El mejor cumplimiento de nuestro deber, buscando la expresión de lo más elevado, nos muestra también la necesidad de una actitud de tolerancia y comprensión que hemos de observar respecto de los que se esfuerzan en sus particulares caminos, los que, aunque distintos del que seguimos, son igualmente dirigidos hacia la misma finalidad, pues UNO es el objeto, finalidad, Meta y Razón Suprema de todo.
No debemos nunca perder de vista la unidad en la multiplicidad, ya que cuando lo hagamos nos alejamos de aquella visión central en la que únicamente reside la Perfecta Comprensión, y nos circunscribimos en la estrechura del Fanatismo. Una vez hayamos superado en nosotros mismos la superstición ignorante, con una más elevada e iluminada comprensión de la Verdad, habremos adquirido también una más perfecta comprensión para los que todavía se hallan más o menos alejados de nuestro punto de vista, y con esta comprensión aquella inalterable tolerancia que constantemente va acompañada del perfecto conocimiento.
Así pues, toda forma de intolerancia demuestra una correspondiente angostura o limitación de la inteligencia: quien realmente sabe, comprende –como la extensión del compás que llega más allá del alcance ordinario de sus brazos- y de esta manera entiende lo bueno y lo justo que se esconde también en muchos llamados errores y prácticas supersticiosas.
No debemos, por consiguiente, usar la escuadra sin el compás, ni éste sin aquélla. La comprensión es necesaria para el juicio; pero tampoco puede haber una justa comprensión sin el juicio; sólo que esto ha de ser lo más posible recto. La perfección se encuentra constantemente en el medio, es decir, entre la escuadra y el compás. Por esta razón el Maestro Secreto pone entre estos dos instrumentos del grado anterior la Llave de un Iluminado entendimiento que debe caracterizarlo, emblema de la armonía que realiza entre el Juicio y la Comprensión.
CONTENTAMIENTO
El contentamiento, en las circunstancias de la vida individual –cualesquiera que sean- es condición necesaria para la eficiencia de todo lo que uno haga o pueda hacer.
La vida, con todo lo que nos presenta de agradable o desagradable, debe aceptarse serena y alegremente, sin murmuraciones ni lamentos: nunca debemos dejarnos dominar por la depresión y el descontento, sino aceptarlo todo con aquella paciencia que es expresión de una paz interior que nada puede turbar. No se trata simplemente de “resignarse”, sino más aún de cooperar con las mismas dificultades, oposiciones y contrariedades, considerándolas como oportunidades para la manifestación de la Luz Interior, acordes necesarios para la producción final de un grado más elevado de armonía, medios e instrumentos del bien que, por medio de ellos, debe exteriorizarse.
Se necesita, para eso, algo más que la simple ausencia negativa de la turbación: una actitud positiva de activa Benevolencia y Amor, que no se deja vencer o dominar por ninguna contrariedad.
En otras palabras, debemos aprender a dar la bienvenida a todo lo que acaezca en nuestra vida, a todo lo que advenga sobre nuestro sendero, ejercitando aquel Discernimiento que nos permita desenmascarar la ilusión periférica de la apariencia, y evidencia su realidad central, que no puede ser sino benéfica.
Acordémonos de que todo descontento o depresión es una nube que se forma sobre el límpido cielo de nuestro ser, un obstáculo y un impedimento para la Luz que debería y debe manifestarse desde adentro; y que todo lo que somos y podemos ser, todo lo que la vida puede presentarnos, es lo que se ha expresado y se está expresando, teniendo su origen causativo en nosotros mismos.
UNIDAD Y CONSISTENCIA DE PROPÓSITO
Esta cualidad es el resultado natural de la firmeza de concentración que ha producido nuestro querer: la unidad de propósito deriva de habernos establecido firmemente sobre la unidad central, mientras que todo lo que puede desviarnos, hacernos dudar y vacilar, sólo puede provenir del círculo periférico de la Ilusión.
Cuando nuestro único intento sea la expresión de la Unidad Central o Vida Elevada de nuestro ser, la manifestación de la Luz Latente desde su único Manantial, nada ni nadie tendrá el poder de desviarnos, y todo se convertirá en áurea oportunidad para la expresión de esta Luz, con el auxilio y la guía inspiradora de los arcángeles que descienden por esa mística escalera, que corresponde al llamado Antaskárana de la filosofía hindú.
Así pues, para lograr la unidad y coherencia de propósito que haga eficiente nuestra actividad individual, debemos con frecuencia concentrarnos, o sea, hacer que suban constantemente los ángeles de nuestras aspiraciones y propósitos elevados hacia la Unidad Central, infinitamente más sabia y poderosa que nuestra “personalidad”.
Todo cuanto hagamos debe derivar de este único propósito de expresar la luz interior; por lo tanto, hemos de hacerlo A.•. L.•. G.•. D.•. G.•. A.•. D.•. U.•., o sea, según el Ideal Inspirador, más bien que por complacer a los que lo vean, absteniéndonos de la acción cuando lo juzguemos más sabio, pero ejecutando todo como mejor podamos, sin dejarnos dominar jamás por consideraciones de conveniencia y utilidad personal.
Finalmente, nada debe alejarnos del sendero interior, único en el que se encuentran nuestras posibilidades de progreso: el Sendero que conduce al reconocimiento y dominio siempre más completo de la Unidad Central sobre la Ilusión Periférica. Por lo tanto, se necesita que constantemente juzguemos cuál de las dos nos guía, cuál de las dos nos inspira y dirige en lo que queremos, intentamos o hacemos.
CONFIANZA
Para que la Luz Interior se intensifique y su poder se afirme cada vez más, hemos de tener absoluta confianza en su Guía Inspiradora, en su Sabiduría y Poder, como el verdadero Maestro Secreto que mora en nosotros, y es infinitamente más que nosotros –supremamente Sabio, Poderoso y Bueno.
La Confianza abre el canal a la expresión interior, mientras toda forma de desconfianza lo cierra o clausura; pero para esto necesitamos centrarnos y concentrarnos siempre más exclusivamente en lo interior –la Realidad Central- en vez de fijarnos en los objetos, cosas y personas en su modalidad externa. Hasta que lo aprendamos, recibiremos continuas desilusiones, pues esta Realidad es “un Dios celoso que no tolera otros dioses delante de sí”; y cualquier consideración que antepongamos a este fin elevado es “otro Dios” que reconocemos y honramos, en lugar del único y verdadero.
La vida puede quitarnos las cosas externas sobre las que nos apoyamos: bienes y riquezas, personas y afectos, el mismo premio o justa retribución de nuestros esfuerzos, trabajo o actividad, y lo que más hemos o hubiéramos deseado. Pero todo esto no debe tener el poder de contristarnos, ni debemos permitir que la más leve nube ensombrezca el Santuario de nuestro ser interior, acogiendo con sereno contento e inmutable confianza todo lo que se presenta y aparece en la periferia, mientras el ojo interior se fija en el centro, en el que permanecen únicamente la Fuerza, la Realidad y el Poder.

ENSAYO DE EMERSON SOBRE LA CONFIANZA EN SÍ






CONFÍA EN TÍ MISMO



R.W.EMERSON





No hay grande ni pequeño para el alma que lo hace todo.


Donde ella llega, todas las cosas están, y llega a todas partes.


Yo soy dueño de la esfera, de las siete estrellas y del año solar.


De la mano de César y del cerebro de Platón, del corazón del Señor y del arte de Shakespeare.


Hay una inteligencia común en todos los individuos humanos. Cada hombre es una entrada a esa inteligencia y a cuanto en ella existe. El que es admitido una vez al derecho de razón, se convierte en el dueño de toda la propiedad. Lo que pensó Platón lo puede pensar él. Puede sentir lo que ha sentido un santo: puede entender lo que ha sucedido en cualquier época a cualquier hombre. El que tiene acceso a este espíritu universal, es un partícipe de todo lo que se ha hecho o puede hacerse, pues éste es el único y soberano agente.


En la confianza en sí mismo están comprendidas todas las virtudes.
El hombre debe ser libre, libre y valiente. Libre hasta de la definición de libertad, sin impedimento alguno que no salga su propia Constitución. Valiente, pues: El temor nace siempre de la ignorancia.


Es una vergüenza para él que su tranquilidad en una época peligrosa se derive de la presunción de que, como los niños y las mujeres, pertenece a una clase protegida; o que busque una paz temporal, apartando sus pensamientos de la política o de las cuestiones engorrosas, ocultando su cabeza como el avestruz en los arbustos floridos; atisbando por los microscopios o traduciendo versos, como silba un niño para mantener su valor en la oscuridad. Si hace eso, él peligro sigue siendo un peligro y el temor se hace aún peor. Debe hacerle frente varonilmente.


Debe mirarlo a los ojos y escudriñar su naturaleza, reconocer su origen, que no está muy atrás. Así encontrará en sí mismo una completa comprensión de la naturaleza y de la extensión de ese peligro, sabrá por donde tomarlo y en adelante podrá desafiarlo e imponerse a él.
El mundo es de quién puede ver a través de sus apariencias.


La sordera, la completa ceguera, el gran error que observamos existen únicamente gracias a la tolerancia, a tu propia tolerancia. Si te das cuenta de que se trata de una mentira le habrás dado ya un golpe mortal.
El alma oye siempre en estrofas un mensaje, cuál quiera que sea el tema. El sentimiento que derraman vale más que el pensamiento que puedan contener.


Creer en vuestro propio pensamiento; creer que lo que es verdadero para uno en la intimidad del corazón es verdadero para todos los hombres: eso es el genio.


Expresar vuestra convicción latente, será a su tiempo el sentir universal; ya que lo más íntimo llega a ser lo más externo; y nuestro primer pensamiento nos es devuelto por las trompetas del juicio final.


Por familiar que sea para cada uno la voz del espíritu, el mayor mérito que concedemos a Moisés, Platón y Milton, es que reducen a la nada libros y tradiciones, y no dicen lo que los hombres pensaron, sino lo que han pensado ellos. El hombre debería observar, más que el esplendor del firmamento de bardos y sabios, ese rayo de luz que atraviesa su alma desde dentro. Sin embargo, rechaza su pensamiento precisamente porque es suyo.


En cada obra del genio reconocemos nuestros propios pensamientos rechazados; vuelven a nosotros con cierta majestad prestada. Las grandes obras de arte no poseen una lección más interesante que ésta. Nos enseña a preservar con amable inflexibilidad en nuestras impresiones espontáneas, sobre todo cuando las voces están del otro lado. Tal vez mañana dirá un desconocido, con seguro buen sentido, lo que ya habíamos pensado, y nos veremos obligados a recibir de otro,
avergonzados, nuestra propia opinión.

Hay un momento en la formación de todos los hombres en que llega a: La convicción de que la envidia es ignorancia; y la imitación una tontería.
Que tiene que tomarse a sí mismo, bueno o malo, como parte propia. Que aunque el ancho mundo esté lleno de oro, no le llegará ni un gramo de trigo por otro conducto que no ser el del trabajo que dedique al trozo de terreno que le ha tocado en suerte cultivar. El poder que reside en él es nuevo en la naturaleza, y nadie más que él sabe lo que puede hacer, ni lo sabe hasta que lo ha probado.


Por algo un rostro, un carácter, un hecho, le causa una honda impresión. Y otros no le producen ninguna. No se comprende el que sin una armonía preestablecida se grabe esto en la memoria. Él ojo fue colocado dónde debía caer un rayo de luz con el fin de dar testimonio de ese rayo. No nos expresamos sino a medias, y nos sentimos avergonzados de esa idea divina que cada uno de nosotros representa.


Podemos confiar en ella con seguridad, por ser proporcionada y de buen resultado; por ello debe ser manifestada fielmente, pues Dios no desea que su obra sea revelada por cobardes.


Un hombre se queda tranquilo y contento cuando ha puesto el corazón en su obra y a hecho todo lo posible que ha podido; pero lo que ha dicho o hecho de otra forma no le dará sosiego. Es una liberación que no libera. En el intento, su genio le abandona; ninguna Musa le conforta. Ninguna invención, ninguna esperanza.


Confía en ti mismo: Todo corazón vibra ante esta cuerda de hierro.
Acepta el lugar que la divina providencia ha encontrado para ti; acepta la sociedad de tus contemporáneos, la conexión de los acontecimientos. Los grandes hombres lo han hecho así, confiándose infinitamente al genio de su época; revelado su creencia de que lo absolutamente digno de fe residía en su corazón, trabajan con sus manos, e imperaba en todo su ser.
Nosotros somos ahora hombres y debemos aceptar con él espíritu más alto el mismo destino trascendente; y no somos menores de edad ni inválidos metidos en un refugio, ni cobardes que huyen ante una revolución, sino guías, redentores y benefactores, obedientes al esfuerzo del todo poderoso; avancemos, pues, entre el caos y la oscuridad.
¡Qué magníficos oráculos nos ofrece la naturaleza en este texto, en la conducta y en el rostro de los niños, de las criaturas y los animales! Estos seres no tienen ese espíritu rebelde y dividido, esa desconfianza en un sentimiento, porque nuestra aritmética ha calculado la fuerza y los medios opuestos a nuestros fines. Su mente se haya aún entera, sus ojos no han sido dominados aún, y cuando miramos sus semblantes nos quedamos desconcertados. La infancia no se amolda a nadie: todos se amoldan a ella, de forma que un pequeño logra que cuatro o cinco personas mayores charlen y jueguen con él. Por eso Dios ha dotado a la niñez, a la pubertad y a la edad adulta con no menores atractivos y encantos; las ha hecho envidiables y graciosas dotándolas de derechos indiscutibles, si saben mantenerse por sí mismas.


No creas que este joven carece de fuerza porque no puede contender con nosotros.


¡Atiende! En la habitación contigua su voz es suficientemente clara y fuerte.


Parecen que sabe cómo ha de hablar ha sus contemporáneos, sabrá la forma de convertirnos, luego, en personas mayores totalmente innecesarias.


La indiferencia de los muchachos que están seguros de tener su comida y despreciarían tanto como lord el hacer o decir nada para atraer la benevolencia de nadie, es la actitud saludable de la naturaleza humana. Un muchacho está en un salón como una butaca en un teatro: 

independientemente, irresponsable, mirando desde su rincón las cosas y las personas que pasan ante su vista, las juzga y las sentencia conforme a sus méritos, del modo rápido y sumario de los muchachos, calificándolas de buenas, malas, interesantes, tontas, elocuentes o aburridas. No se doblega nunca ante las consecuencias ni ante los intereses; da un veredicto independiente y auténtico. Tendrás que hacerle la corte; el no te la hace. Pero el hombre está en el calabozo, digámoslo así, por su conciencia. Tan pronto como ha actuado o hablado de manera patente, se convierte en una persona comprometida, vigilada por la simpatía o el odio de centenares de seres, cuyas impresiones ha de tener en cuenta en adelante. Para esto no hay ningún Leteo.

Quien pueda de este modo evitar todos los lazos, y después de haber sido un observador observe de nuevo con la misma inocencia desapasionada, imparcial, incorruptible, impávida, tiene que ser siempre formidable.
Expresará opiniones sobre todos los asuntos de actualidad, que, al verse que no son privadas, sino producto de la necesidad, se hundirán como dardos en los oídos de los hombres y les causarán un gran temor. Estas son las voces que oímos en la soledad, pero debilitan cuando entramos en el mundo. En todas partes la sociedad conspira contra la hombría de sus
miembros. La sociedad es una compañía por acciones, cuyos miembros deciden sacrificar la libertad y la cultura del accionista para asegurar el pan de cada partícipe. La virtud más exigida es la conformidad. La confianza en sí mismo es su aversión. No quiere realidades ni creadores, sino nombres y usos. (quien es y para que sirve). Quien aspire a ser hombre tiene que ser no conformista. Quien desee ganar las palmas inmortales no debe detenerse ante el nombre del bien, debe de explorar si en efecto es el verdadero bien.


Nada es sagrado, excepto la integridad de nuestra alma.


Absuélvete tú mismo y tendrás el sufragio del mundo. Recuerdo una respuesta que, muy joven aún, tuve que dar a un consejero eminente que solía importunarme con las viejas doctrinas de la Iglesia. Al decirle: ¿qué me importa la santidad de las tradiciones, si vivo una vida completamente interior?, me contestó:


"Pero esos impulsos pueden venir de abajo y no de arriba." Yo le repliqué; "No me 
parece que sea así; pero si soy hijo del Diablo, viviré del Diablo." Para mí no hay más ley sagrada que la de mi naturaleza. Bueno y malo no son sino nombres que pueden fácilmente transferirse de esto a lo otro; lo único recto es lo que resulta conforme a mi ser; lo único ilícito, lo contrario a él. El hombre debe conducirse en presencia de cualquier oposición, como si todas las cosas -salvo él- fueran efímeras y simples apariencias. Estoy avergonzado de ver con cuánta facilidad nos rendimos a símbolos y nombres; a grandes sociedades y a instituciones muertas. Cualquier hombre bien portado y bien hablado me impresiona más de lo debido. Necesito marchar rectamente, mostrar vitalidad y hablar siempre el rudo lenguaje de la verdad. Si la malicia y la vanidad visten el traje de la filantropía, ¿lo dejaré pasar? Si un hipócrita irritado hace suya la hermosa causa de la abolición de la esclavitud y se acerca para comunicarme las últimas noticias de Barbados, ¿por qué no he de decirle: "Ve y ama a tu hijo; ama a tu leñador; sé bondadoso y modesto; hazme ese favor; y no disfraces nunca tu dura y poco caritativa ambición con esta increíble ternura por los negros que viven a miles de millas de distancia.

Tu amor por lo distante no es más que despreocupación en tu país?" Áspero y cruel sería este saludo.

Pero la verdad es más hermosa que el fingimiento del amor.
Vuestra bondad debe tener alguna espina, o no es nada. La doctrina del odio debe predicarse en oposición a la doctrina del amor cuando éste gime y lloriquea.


Abandono padre, madre, esposa y hermano cuando mi genio me llama. Yo escribiría sobre el dintel de la puerta: Capricho. Creo que en esto hay algo más que capricho; pero no podemos perder el tiempo en explicaciones. No esperes que te revele la causa del por qué busco. o rehuyo, de la sociedad. Y no me digas, como hizo hoy un buen hombre, que tengo el deber de prestar mi apoyo a todos los pobres. ¿Son ellos mis pobres? Te declaro, ¡oh, filántropo tonto!, que me duele el duro, la peseta, los cinco céntimos que doy a hombres que no me pertenecen y a los cuales no pertenezco. Hay una clase de personas a las que estoy ligado por toda la afinidad espiritual; por ellas iré a la cárcel, si es necesario; pero vuestras diversas caridades populares; la educación en un colegio de necios; la construcción de lugares de reunión para el vano fin a que muchas se dedican ahora; las limosnas a los tontos y a los millares de sociedades de socorro (aunque confieso con vergüenza que a veces sucumbo y doy el duro); éste es un duro maldito que poco a poco tendré la hombría de negar.


Las virtudes son, en la estimación popular, más bien la excepción que la regla.


Hay el hombre y sus virtudes. Los hombres hacen lo que se entiende por una buena acción, un acto de valor o de caridad, en gran parte como si quisieran pagar una multa para no ser señalados con el dedo. Sus obras vienen a ser como una excusa o una atenuación de la vida que llevan en el mundo, lo mismo que los inválidos y los locos pagan una pensión más elevada. Sus virtudes son penitencias. Yo no deseo expiar, sino vivir.
Mi vida no es una apología, sino una vida, existe por sí misma y no como un espectáculo.


Prefiero con mucho que tenga menos ostentación y sea más natural e igual, en vez de brillante y desarreglada. La quiero sana y apacible, y que no me imponga dietas ni sangrías. Pido la prueba de que eres un hombre y rehuso llamar hombre a las acciones. Sé que para mi no constituye ninguna diferencia el que ejecute o evite esas acciones que se consideran excelentes. No puedo consentir el pagar como privilegio aquello a que tengo derecho intrínseco. Por escasas y humildes que sean mis dotes, yo soy realmente, y no necesito, para mi propia certidumbre o para la de mis semejantes, de ningún testimonio secundario.


Lo que tengo que hacer es lo que me concierne, no lo que la gente cree.
Esta regla, tan difícil en la vida práctica como en la intelectual, puede servir para establecer una distinción completa entre la grandeza y la mediocridad. Es muy difícil de seguir, por que siempre hallaras personas que creen saber cual es tu deber mejor que tu mismo. Es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo.


Es fácil vivir en la sociedad según la propia opinión. Pero el hombre grande es aquel que en medio de muchedumbre conserva con perfecta dulzura la independencia de la soledad.


La razón por la que no debemos conformarnos con usos que están muertos para nosotros, es que disipan nuestras fuerzas. Nos hacen perder el tiempo y borran el sello de nuestro carácter. Si sostienes una iglesia sin vida; si contribuyes a mantener una sociedad bíblica muerta; si votas con un gran partido, ya sea en pro o en contra del gobierno; si pones tu mesa como un hospedero vulgar, me será difícil percibir claramente, a través de todas esas pantallas, qué clase de hombre eres. Y naturalmente, ello equivale a otra tanta fuerza sustraída a tu propia vida.


Pero haz tu obra y te conoceré. Haz tu obra y te fortalecerás El hombre debe considerar qué clase de juego de gallina ciega es ése de la conformidad. Si se cual es tu secta conozco de antemano tu argumento. Oigo anunciar a un predicador que explicara por medio de un texto la conveniencia de una de las instituciones de su Iglesia. ¿Qué no sé de antemano que es imposible que diga nada nuevo o espontáneo? ¿No sé que, con todo su alarde de querer examinar los fundamentos de la institución, no lo hará? ¿No sé que se ha comprometido consigo mismo a no mirar el asunto sino bajo determinado aspecto, el que le es permitido, no como hombre sino como ministro de esa Iglesia? Es un defensor contratado y la arrogancia que despliega es vacía afectación. Pues bien; la mayoría de los hombres se vendan los ojos con un pañuelo de una clase u otra y se esclavizan a una de las opiniones comunes. Esta conformidad los hace ser ya falsos en ciertos casos determinados, no ya autores de algunas mentiras, sino falsos en todo. Ninguna de sus verdades es completamente verdadera. Su dos no es un verdadero dos; su cuatro no es un verdadero cuatro; de modo que cada palabra que profiere nos enfada y no sabemos por dónde hemos de empezar a rectificar sus afirmaciones. Por otra parte, la naturaleza no tarda en vestirnos de un uniforme carcelario del partido al que nos afiliamos.


Llegamos a tener cierto corte de cara y cierta figura. Y a adquirir gradualmente la más hermosa expresión asnal. Hay un hecho, mortificante en lo particular, que no deja de cumplirse en la historia general. Me refiero a la "estúpida cara del elogio", a la sonrisa forzada que fingimos en una sociedad donde no nos encontramos a nuestras anchas, para sostener una conversación que no nos interesa. Los músculos del rostro, movidos, no de modo espontáneo, sino por voluntad usurpadora, se ponen tirantes con la sensación más desagradable.
Por la disconformidad el mundo té azota con su desagrado. Y, por consiguiente, el hombre debe saber cómo valorar una cara agria. Los espectadores le miran de soslayo en la plaza pública o en un salón amigo. Si esta aversión tuviera su origen en un desdén y resistencia semejantes a los suyos, podría retirarse a casa con triste continente; pero las fisonomías malhumoradas de la multitud, lo mismo que
sus gestos afables, no reconocen ninguna causa profunda, sino que cambian alternativamente con el soplo del viento o a impulsos de un periódico. A pesar de esto, el descontento de las masas es más formidable que el del Parlamento o el de la Universidad.


Al hombre firme que conoce el mundo, le es bastante fácil soportar la hostilidad de las clases ilustradas.


La irritación de éstas es moderada y prudente, debido a su timidez, ya que son también muy vulnerables. Pero cuando a su cólera femenina se agrega la indignación del pueblo; cuando se excitan el ignorante y el pobre; cuando gruñe y se enfurece la fuerza bruta e inteligente que yace en el fondo de las sociedades, se necesitan los hábitos de la magnanimidad y la religión para tratarla a la manera de un dios, como una bagatela sin importancia.


Otro temor, que nos aleja de la confianza en nosotros mismos, es nuestra consecuencia: la reverencia por nuestros actos o nuestras palabras pasadas.


Porque los ojos de los demás no tienen otros elementos para calcular nuestra órbita que nuestros actos pasados, y no nos sentimos con ánimo de defraudarlos.


Pero ¿por qué hemos de tener la cabeza vuelta hacia atrás? ¿Por qué arrastrar el resto de la memoria, para no contradecir algo que hemos dicho en este o en aquel lugar publico?


Supongamos que tuviéramos que contradecirnos, ¿y qué?


Parece ser una norma de prudencia el no confiar nunca exclusivamente en la memoria, sino traer el pasado a juicio ante el presente de mil ojos.
Y vivir siempre en un nuevo día.


En tu metafísica has negado personalidad a la Divinidad; sin embargo, cuando tu alma se siente movida por las emociones religiosas, entrégale alma y vida, aunque tengas que revestir a la Divinidad de forma y color. Abandona tu teoría, como dejo su capa José en manos de la adúltera, y huye. La necia consecuencia es el fantasma de las mentes apocadas, adorada por los estadistas, filósofos y teólogos de poca monta. A un alma grande, la consecuencia le trae sin cuidado. Le preocupa lo mismo que la sombra que proyecta en la pared.


Decid con energía lo que pensáis ahora, y mañana decid lo que pensáis entonces, con la misma energía.


Aunque contradiga lo que hayáis dicho hoy: "¡Ah!, de ese modo se tiene la seguridad de ser mal interpretado." ¿Es tan malo, entonces, el ser mal interpretado? Pitágoras fue mal interpretado, y lo fueron Sócrates, Jesús, Lutero y Galileo, y lo fueron todos los espíritus puros y graves que han honrado a la humanidad. Ser grande es ser mal comprendido.
Supongo que nadie puede violar su naturaleza. Todos los salientes de su voluntad son suavizados por la ley de su ser, lo mismo que las desigualdades de los Andes y del Himalaya son insignificantes en la curva de la esfera. No importa tampoco como lo juzguéis y midáis. Un carácter es como un acróstico o una estrofa alejandrina: leída hacia delante, hacia atrás o de través, siempre dirá lo mismo. En esta grata y retirada vida de los bosques que Dios me permite.


Dejadme registrar sin cálculos para el futuro o el pasado día por día mi honrado pensamiento.


Y no dudo de que se le encontrará simétrico, aunque tal no sea mi propósito, ni yo lo vea así. Mi libro olerá a pinos y tendrá el eco del zumbido de los insectos. La golondrina posada en mi ventana entretejerá también en mi tela ese hilillo de paja que lleva en el pico. Pasamos por lo que somos. El carácter aparece por encima de nuestros deseos. Los hombres creen que dan a conocer solamente su virtud o su vicio por acciones ostensibles y no reparan en que su virtud o su vicio se exhala en su aliento a cada instante.


Habrá acuerdo entre vuestras acciones más diversas, si cada una de ellas es honrada y natural en su momento. Las acciones de una voluntad serán todas armónicas, por desemejantes que parezcan. Esa variedad se desvanece a corta distancia, a escasa altura del pensamiento. Una misma tendencia les da unidad. El viaje del mejor barco es una línea quebrada de cien bordadas. Mirad la línea desde una distancia suficiente y veréis como se endereza.


Vuestra acción auténtica se explicará a sí misma.


Y explicara vuestras demás acciones auténticas Vuestra conformidad no explica nada. Actuad sencillamente, y lo que hayáis hecho ya de ese modo, os justificará ahora. La grandeza apela al futuro. Si tengo hoy la firmeza suficiente para obrar con rectitud que me sirva de defensa ahora. Sea como sea, haced el bien.


Desdeñad las apariencias, y siempre podréis desdeñarlas.


La fuerza del carácter es acumulativa. Todos los días previos de virtud influyen con su salud en éste. ¿Qué es lo que constituye la majestad de los héroes del Senado y del campo de batalla, que llena tanto la imaginación? La conciencia de tener tras de sí una serie de grandes días y victorias, que proyectan una luz continua sobre el actor que avanza, seguido de una escolta visible de ángeles.


Eso es lo que hace tronar la voz de Chatham y da dignidad al porte de Washington y pone a América en la mira de Adams.


El honor nos parece venerable porque no es efímero. Es siempre virtud antigua.


Lo adoramos hoy porque no es de hoy. Lo amamos y le tributamos homenaje por que no es un señuelo para sorprender nuestro amor y nuestro respeto, sino que depende y deriva de sí mismo y tiene, por consiguiente, una antigua e inmaculada genealogía, aún mostrándose en un joven. Espero que en estos días hayamos oído hablar por última vez de conformidad y consecuencia; que estas palabras sean denunciadas y ridículas en adelante. En vez de gong que convoca al festín, oigamos el silbato del pífano espartano.


Prescindamos ya de cortesías y de excusas. Un gran hombre viene a comer a mi casa: no deseo agradarle; deseo que él desee agradarme.
Represento a la humanidad, y aunque quisiera hacerla amable, quisiera hacerla verdadera.


Denostemos y censuremos la suave mediocridad y ese mezquino contento de los tiempos y lancemos a la faz de la costumbre, del comercio, de la administración, el hacho que resulta de toda la historia: que hay un gran pensador y actor responsable dondequiera que un hombre actúa; que un hombre verdadero no pertenece a ninguna época ni lugar, sino que es el centro de las cosas. Donde está él está la naturaleza. El os mide, y a todos los hombres, y a todos los acontecimientos. Ordinariamente, todo el mundo nos recuerda alguna otra cosa, o alguna otra persona. El carácter, la realidad, no os recuerda ninguna otra cosa; ocupa el lugar de la creación entera. El hombre debe serlo hasta tal punto que las circunstancias le sean indiferentes.


Cada hombre verdadero es una causa.


Un país, una época: necesita espacio, números y tiempos infinitos para cumplir con plenitud sus designios, y la posteridad parece seguir sus pasos con una escolta de clientes. Nace César, y durante siglos tenemos un Imperio romano.


Nace Cristo, y millones de almas se adhieren a su genio, hasta el extremo de identificarlo con la virtud y con todas las posibilidades humanas. Una institución es la sobra prolongada de un hombre, como, por ejemplo, el monaquismo, eremita Antonio; la Reforma, de Lutero; el cuaquerismo, de Clarkson. Milton llamaba a Escipión "la cama de Roma", y toda la historia se resuelve con suma facilidad en la biografía de unas cuantas personalidades fuertes y sinceras.


Que el hombre conozca su valor y mantenga las cosas bajo sus pies. Que no husmee, ni robe, ni se oculte acá o allá, con el aire de un hospiciano, de un bastardo o de un contrabandista, en un mundo que existe para él. Pero el hombre de la calle, al no encontrar en sí mismo un mérito que corresponda a la fuerza que construyó esa torre o esculpió ese dios de mármol, se siente pobre cuando lo contempla. Para él, una estatua, un palacio o un libro precioso tienen un aire extraño y prohibitivo, muy semejante a una alegre comparsa, y parecen decirle de paso: ¿quién eres?. Y, sin embargo, todo es suyo, solicita su atención y suplica a sus facultades que vengan a tomar posesión de ello.


El cuadro aguarda mi veredicto; no le corresponde darme órdenes; soy yo quien debe determinar su derecho al elogio.


La fábula popular del tonto a quien recogen en la calle borracho perdido, lo llevan al palacio del duque, lo lavan y acuestan en el lecho de éste, y cuando se despierta lo tratan con la misma obsequiosa ceremonia como si fuera el duque, y le aseguran que ha estado loco, debe su fama al hecho de simbolizar muy bien el estado del hombre, el cual es en el mundo una especie de imbécil, pero de tiempo en tiempo se despierta, ejercita su razón y se halla con que es un verdadero príncipe.


Nuestra lectura es mendicante y aduladora. En historia nuestra imaginación nos engaña. Reino y señorío, poder y propiedad, son un vocabulario más pomposo que el particular de Juan y Eduardo en una casa pequeña y en su corriente tarea diaria; pero las cosas de la vida son las mismas para ambos; la suma total de ambos es la misma. ¿por qué toda esa deferencia a Alfredo, y a Scanderberg, y a Gustavo? 


Supongamos que eran virtuosos: ¿agotaron la virtud? Una apuesta tan grande depende de vuestro privado acto de hoy, como consecuencia de los pasos públicos y renombrados. Cuando los particulares obren con criterios originales, el brillo pasará de las acciones de los reyes a las de los hombres honestos.

El mundo ha sido adoctrinado por sus reyes, que de este modo han magnetizado los ojos de las naciones. Ese colosal símbolo ha enseñado la mutua reverencia que el hombre debe al hombre. La gozosa fidelidad con que los hombres han soportado que el rey, el noble o el gran propietario pase en medio de ellos con su ley propia; que establezca su escala propia de los hombres y de las cosas y abata las aspiraciones de los otros; que paguen sus beneficios, no con dinero, sino con honores, y que encarnen la ley de su persona, fue el jeroglífico con que expresaron oscuramente la conciencia de su propio derecho y valer, el derecho de todo ser humano.
El magnetismo que ejerce toda acción original se explica cuando nos preguntamos por la razón de la confianza en uno mismo. ¿Quién es el fiador? ¿Cuál es ese yo aborigen, en el que puede basarse una confianza universal? ¿Cuáles son la naturaleza y el poder de esa estrella que se burla de la ciencia, de esa estrella sin paralaje, sin elementos calculables, que lanza un rayo de belleza sobre las acciones triviales e impuras, si aparece la menor señal de independencia? La investigación nos lleva a esa fuente que es a la vez el origen del genio, de la virtud y de la vida, que designamos con el nombre de Espontaneidad o Instinto.


Llamamos Intuición a esta sabiduría primaria, mientras que todas las enseñanzas posteriores son aprendizaje. En esa fuerza profunda, hecho último ante el cual se detiene el análisis, está el origen común de todas las cosas. Porque el sentimiento del ser, que en horas de calma surge en el alma, no sabe cómo, no es nada diferente de las cosas, del espacio, de la luz, del tiempo, del hombre, sino uno con ellos; y procede claramente del mismo material, de donde proceden también su vida y su ser.


Primero compartimos la vida por la que las cosas existen y luego las vemos en la naturaleza como apariencias, y olvidamos que hemos sido partícipes de su causa.


Aquí esta la fuente de la acción y del pensamiento. Esos son los pulmones de esa inspiración que da al hombre la sabiduría, y que no puede negarse sin incurrir en impiedad o ateísmo.


Reposamos en el seno de la inmensa inteligencia, que nos hace receptores de su verdad, y órganos de su actividad.


Cuando discernimos la justicia y la verdad sólo permitimos el paso a sus rayos. Si preguntamos de dónde viene esto, si tratamos de espiar esas causas en el alma, toda la filosofía falla. Lo único que podemos afirmar es su presencia o ausencia.
Todos los hombres distinguen entre los actos voluntarios de su mente y sus percepciones involuntarias, y saben que deben prestar a estas últimas fe ciega.
Podemos errar en la expresión de éstas, pero sabemos que son así, y que como el día y la noche, no cabe discutirlas. Mis acciones y adquisiciones voluntarias no son sino cosas errabundas; pero el ensueño más ligero, la emoción nativa más débil, solicitan mi curiosidad y respeto. La gente insensata contradice con tanta facilidad el resultado de una percepción como el de una opinión, o quizá con más facilidad, pues no distinguen entre percepción e idea. Creen que depende de mi elección el ver esto o lo otro; y, con el tiempo, toda la humanidad -aunque puede ocurrir que nadie lo haya visto antes que yo-. Pues mi percepción de él es un hecho, tanto como lo es el sol.


Las relaciones del alma con el espíritu son tan puras, que es una profanación el tratar de buscar intermediarios. Tiene que ser que cuando Dios hable debe comunicar, no una cosa, sino todas las cosas; llenará el mundo con su voz; esparcirá la luz, la naturaleza, el tiempo, las almas, desde el centro del pensamiento actual, y fechará y creará el mundo de nuevo.


Siempre que un alma es sencilla y recibe la sabiduría divina, las cosas viejas se disipan: medios, maestros, textos, templos, caen.
Vive ahora y absorbe pasado y futuro en la hora presente. Todas las cosas se hacen sagradas con relación a esto: tanto una como otra. Todas son disueltas hasta su centro por su causa y, en el milagro universal, todos los milagros particulares y minúsculos desaparecen. Por lo tanto, si un hombre pretende conocer a DIOS y hablar de Él, y os hace retroceder a la fraseología de alguna vieja nación destruida, de otro país, de otro mundo, no le creáis. ¿Vale más la bellota que el roble, que es su plenitud y perfección? ¿Vale más el padre que el hijo, en el que ha vertido su ser maduro? ¿por qué, entonces, este culto al pasado? Los siglos conspiran contra la salud y la autoridad del alma. El tiempo y el espacio no son sino colores fisiológicos que el ojo hace; pero el alma es luz; donde está, es de día; donde estuvo, es de noche. Y la historia es una impertinencia y una injuria si se la considera como algo más que una parábola o un epílogo agradable de mi ser y de lo que voy a ser. El hombre es tímido y tiende a disculparse; no obra rectamente; no se atreve a decir: "pienso", "soy", sino que cita a algún sabio o santo. Se avergüenza ante la brizna de la hierba o ante la rosa que florece. Estas rosas que se hallan bajo mi ventana no hacen ninguna referencia a unas rosas anteriores o mejores; son lo que son; existen hoy con Dios. Para ellas no hay tiempo. Hay simplemente la rosa; es perfecta en cada momento de su existencia. Antes de brotar una yema en la planta, su vida entera actúa; en la flor plenamente abierta no hay nada más; en la raíz sin hojas, no hay nada menos. Su naturaleza está satisfecha, y ella satisface a la naturaleza, igualmente, en todos los momentos. Pero el hombre pospone o recuerda; no vive en el presente, sino que volviendo los ojos, lamenta el pasado, o, desatento a las riquezas que le rodean, se empina sobre la punta de los pies para prever el futuro.


No puede ser feliz y fuerte a menos que viva con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo.


Esto debía ser bastante claro. Sin embargo, ved como intelectos fuertes no se atreven siquiera a oír a Dios mismo, a menos que hable la fraseología de no sé 
qué David, o Jeremías o Pablo. No debemos dar siempre tan gran valor a unos cuantos textos, a unas cuantas vidas. Son como niños que repiten de memoria las máximas de las abuelas y preceptores, y, al ir teniendo más años, las de los hombres de talento y carácter que hemos conocido, esforzándonos por recordarlas al pie de la letra; después cuando la vida nos depara el punto de vista de los que profirieron tales frases, comprendemos su sentido y nos sentimos dispuestos a olvidar las palabras, pues, en cualquier momento, podemos emplear palabras tan buenas cuando surja la ocasión.

Si vivimos verdaderamente seremos la verdad.

Es tan fácil para el fuerte ser fuerte, como para el débil ser débil. Cuando tengamos percepciones nuevas, descargaremos satisfechos la memoria de sus tesoros amontonados, como broza inútil. Cuando un hombre vive con Dios, su voz suena tan dulce como el murmullo del arroyo y el crujir del trigo.


Por último, nos queda por decir ahora sobre esta cuestión la verdad más alta; probablemente no pueda decirse, pues cuanto decimos no es más que una lejana remembranza de la intuición. Este pensamiento, con el que puedo ahora aproximarme más a decirla, es éste: cuando el bien esta cerca de ti.


Cuando tienes vida en ti mismo, no es gracias a formas conocidas o usuales; No debes discernir las huellas de nadie; no debes ver la cara del hombre; no debes oír ningún nombre; el camino, el pensamiento, el bien, debe ser totalmente extraños o nuevos. Deben excluir el ejemplo y la experiencia. Tomas el camino partiendo del hombre, no hacia él. Todas las personas que han existido son sus olvidados ministros. El temor y la esperanza se hallan igualmente por debajo de esto. Hay algo bajo incluso en la esperanza. En la hora de la visón, no hay nada que pueda llamarse gratitud, ni propiamente alegría. El alma elevada por encima de la pasión contempla la identidad y la casualidad eterna, percibe la existencia
propia de la Verdad y de lo Recto, y se calma al saber que todo marcha bien.


Nada importan los vastos espacios de la naturaleza, el Océano Atlántico, el Mar del Sur, los largos intervalos de tiempo, los años, los silos. Esto que pienso y siento sirve de soporte a todos los estados de la vida y a todas las circunstancias del pasado, lo mismo que yace bajo mi presente y bajo lo que se llama vida y bajo lo que se llama muerte.


Sólo la vida importa, no el haber vivido. La fuerza cesa en el instante del reposo.


Reside en el momento de transición de un estado pasado a un estado nuevo.


En el paso del abismo, en el disparo a un blanco. El mundo odia un hecho: el de que el alma vaya a ser; pues eso rebaja para siempre el pasado, convierte todas 
las riquezas en pobreza, toda la reputación en deshonor, confunde al santo con el bribón, descarta a la vez a Judas y a Jesús. ¿Por qué, entonces, hablamos de confianza en uno mismo? Donde quiera que el alma esté presente, habrá una fuerza, no segura, sino actuante. Hablar de confianza es una pobre y externa manera de hablar. Hablad más bien de eso en que se confía, porque obra y es. Quien tenga más obediencia que yo es mi maestro; aunque no levante el dedo. Tengo que girar alrededor de él por la ley de gravitación de los espíritus. Creemos que se trata de retórica cuando hablamos de virtud eminente. No vemos todavía que la virtud es Altura y que un hombre o que un grupo de hombres, blandos y permeables a los principios, deben , por la ley de la naturaleza, dominar y dirigir a
todas las ciudades, naciones, reyes, a los ricos, a los poetas, que no tienen
aquella cualidad.


Este es el último hecho al que llegamos en esta cuestión tan rápidamente como en todas: la resolución del todo en el siempre bienaventurado UNO. La existencia por sí es el atributo de la Causa Suprema y constituye la medida del bien en el grado en que entra en todas las formas inferiores. Por esta razón todas las cosas reales lo son en la medida de la virtud que contenga. El comercio, la elocuencia, el valor personal, son algo y se atraen mi respeto como ejemplos de su presencia e impura acción. Veo que la misma ley trabaja en la naturaleza en favor de la conservación y del crecimiento. La fuerza es en la naturaleza la medida esencial de la licitud. La naturaleza no soporta que se mantenga en sus reinos nada que no pueda ayudarse a sí mismo. La génesis y maduración de una planta, su peso y su órbita; los árboles inclinados por el temporal, irguiéndose de nuevo; los recursos vitales de todo animal y de toda planta, son demostraciones del alma que se basta a sí misma y, por consiguiente, que confía en sí misma.


Así, todo se concentra. No erremos como vagabundos; quedémonos en casa con la causa. Hagamos callar o confundamos la impertinente algarabía de hombres, libros e instituciones, con una sencilla declaración de hecho divino. Ordenemos a los invasores que se quiten los zapatos, porque Dios está aquí dentro. Que nuestra sencillez los juzgue y que nuestra docilidad a nuestra propia ley demuestre la pobreza de la naturaleza y de la fortuna, al lado de nuestras riquezas nativas.
Pero ahora somos un populacho. El hombre no siente temor ante el hombre, ni su genio es amonestado para que se quede en casa, para que se ponga en comunicación con el océano interno, sino que se marcha a la calle a mendigar una copa de agua de las ánforas de los otros hombres. Tenemos que marchar solos. Prefiero la iglesia silenciosa antes de comenzar los oficios, mejor que cualquier sermón. ¡Qué lejanas, serenas, castas parecen las personas, rodeadas por un recinto o santuario! Estemos siempre así. ¿Por qué tenemos que cargar con las culpas de nuestro amigo, o esposa, o padre, o hijo, por que se sienten alrededor de nuestro fuego, o se diga que tenemos la misma sangre? Todos los hombres tienen mi sangre y yo tengo la suya. Tampoco adoptaré por eso su petulancia o su necedad, hasta el extremo, incluso, de tener que avergonzarme de ellas. Sin embargo, nuestro aislamiento no debe ser mecánico, sino espiritual; es decir, tiene que ser elevación. De cuando en cuando, el mundo entero parece conspirar para importunarme con pomposas fruslerías. Amigos, clientes, hijos, enfermedades, temor, necesidad, caridad, llaman a la vez a tu puerta y dicen: "Ven con nosotros".


Pero conserva tu estado; no te mezcles con su confusión.


El poder que tienen los hombres para molestarme, se lo doy yo con una débil curiosidad.


Nadie puede acercarse a mí sin la complicidad de un acto mío.
"Lo que amamos, eso tenemos; pero con el deseo nos privamos del amor".


Si no podemos de una vez elevarnos a la santidades de la obediencia y de la fe, resistamos al menos nuestras tentaciones. Entremos en guerra y despertemos a Thor y a Wotan, el valor y la constancia, en nuestros pechos sajones. Esto ha de hacerse en nuestros tiempos pacíficos y diciendo la verdad. Reprimid esta falsa hospitalidad y el falso efecto. No viváis para seguir satisfaciendo lo que esperan de vosotros esas gentes engañadas y engañosas con que nos relacionamos.


Decidles: ¡Oh padre, oh madre, oh esposa, oh hermano, oh amigo!, hasta aquí he vivido con vosotros, conforme a la apariencia. De aquí en adelante, pertenezco a la verdad. Que se sepa que de ahora en adelante no obedeceré más ley que la eterna. No quiero tener convenios, sino vecindades. Trataré de alimentar a mis padres, de sostener a mi familia, de ser el marido fiel de una mujer; pero estas obligaciones las cumpliré de un modo nuevo y sin precedentes. Me aparto de vuestros usos.
Tengo que ser yo mismo.


No puedo quebrantarme más por ti.


Si podéis amarme por lo que soy, seremos más felices.


Si no podéis, trataré sin embargo de merecer que me améis. No ocultaré mis gustos y mis aversiones. Confío tanto en que todo lo que es profundo es santo, que ejecutaré sin vacilar cuanto me alegra íntimamente, y el corazón me manda. 


Si sois nobles, os amaré; si no lo sois, no os deshonraré ni me deshonraré a mí mismo con hipócritas atenciones. Si sois sinceros, pero no interpretáis la verdad como yo, uníos a vuestros  compañeros; yo buscaré los míos; no obro de este modo por egoísmo, sino humilde y sinceramente. Es vuestro interés y el mío y el de todos los hombres vivir en la verdad, aunque hayamos sido mucho tiempo esclavos de la mentira. ¿Os suena esto duramente hoy?


Pronto amaréis lo que prescribe vuestra naturaleza, lo mismo que la mía, y si
seguimos a la verdad, ella nos llevara a lugar seguro.
Pero de ese modo podéis causar dolor a estos amigos. Sí; pero yo no puedo
vender mi libertad y mi poder para ahorrarles ese dolor. Además, todas las
personas tienen horas de lucidez cuando se elevan a la región de la verdad
absoluta; entonces me darán la razón y me imitarán.
El vulgo cree que vuestra repulsión de las normas populares significa el abandono
de toda norma y un mero paradojismo, y el sensual impúdico utilizará el nombre
de la filosofía para dorar sus crímenes. Pero la ley de la conciencia subsiste. Hay
dos confesionarios ante los que podemos acudir a descargar nuestras culpas.
Podéis llenar el círculo de vuestros deberes guiándonos por la luz directa o por la
luz refleja. Considera si has cumplido las obligaciones que tienes con vuestro
padre, vuestra madre, vuestros primos, vecinos y conciudadanos, con vuestro gato
y con vuestro perro; si ninguno de ellos te puede reprochar nada. Más yo también
puedo abandonar este criterio reflejo y absorberme a mí mismo. Yo tengo mis
propios derechos rígidos y mí círculo perfecto. Este niega el título de deberes a
muchas cosas que tienen ese nombre; pero si soy capaz de llenar las obligaciones
que me imponen, se me autoriza a no respetar el código popular. Si alguien
imagina que esta ley es laxa, que obedezca su mandato un día. Y verdaderamente
exige algo de divino en el hombre que ha desechado los motivos comunes de la
humanidad y se ha aventurado a confiar en sí mismo como maestro. ¡Su corazón
tiene que ser elevado, fiel su voluntad, clara su vista, para que pueda seriamente
ser doctrina, sociedad y ley para sí mismo; para que un simple propósito pueda se
para él tan fuerte como una necesidad férrea lo es para otros!
Si alguien observa el aspecto actual de lo que se llama sociedad, comprenderá la
necesidad de tal moral. No parece sino que se ha extraído el nervio y el corazón
del hombre y que nos hemos convertido en seres gimoteantes y desalentados.
Tenemos miedo a la verdad, a la fortuna, ala muerte, y miedo unos a otros.
Nuestra época no produce individuos grandes y perfectos.
Nos hacen falta hombres y mujeres que renueven la vida y nuestro estado social;
Pero vemos que la mayor parte de las naturalezas son insolventes, que no pueden
satisfacer sus propias necesidades, que su ambición no guarda proporción con
sus fuerzas, y se humillan y mendigan continuamente, noche y día. Recibimos de
limosna nuestras provisiones, no somos lo que elegimos; la sociedad elige por
nosotros nuestras artes, nuestras ocupaciones, nuestros matrimonios, nuestra
religión. Somos soldados de parada. Huimos de la ruda batalla de la suerte, donde
surge la fuerza.
Si nuestros jóvenes no aciertan en sus primeras empresas, pierden todo ánimo. Si
un joven comerciante fracasa, la gente dice que está arruinado. Sí el genio más
brillante estudia en uno de nuestros colegios y al año siguiente no está colocado
en una oficina en las ciudades o arrabales de Boston o Nueva York, les parece a
sus amigos y a él mismo que tiene motivos para sentirse desalentado y para
estarse lamentando el resto de su vida. El mozo resuelto de New Hampshire o
Vermont, que ensaya sucesivamente todas las profesiones, que es gañan, colono,
buhonero, que monta una escuela, predica, edita un periódico, va al Congreso,
compra unos terrenos públicos, y así sucesivamente, y cae siempre de pie, como
un gato, vale por cien de estos muñecos de ciudad. Marcha de frente con su
época y no se avergüenza de no "haber estudiado una profesión", pues no deja su
vida para después, sino que vive ya. No tiene una sola oportunidad, sino cientos
de ellas. Que un estoico muestre los recursos del hombre y les diga que no son
sauces llorones, sino que pueden y deben marchar solos.
Que con el ejercicio de la confianza en sí mismos
aparecerán nuevas fuerzas;
que el hombre es el verbo hecho carne, nacido para disfrutar la salud en las
naciones; que debería sentirse avergonzado de nuestra compasión, y que desde
el momento que obra por sí mismo, arrojando por la borda leyes, libros, idolatrías,
usos y costumbres, lejos de compadecerle, le daremos las gracias y le
reverenciaremos. Ese maestro restablecería el esplendor de la vida humana y
haría que su nombre fuera amado para siempre. Es fácil comprender que:
una mayor confianza en sí mismo, un nuevo respeto por la divinidad en el hombre,
tiene que producir una revolución en todas las ocupaciones y en todas las
relaciones de los hombres:
en su religión, en su educación, en sus tareas, en su modo de vivir, en sus
maneras de asociarse, en su propiedad, en sus miras especulativas.
¡Qué manera de orar se permiten los hombres! Lo que llaman un oficio sagrado no
es siquiera valiente y varonil. El que ora mira hacia fuera y pide algún bien
extraño, que debe llegarle por medio de alguna virtud ajena, y se pierde en
laberintos interminables de cosas naturales y sobrenaturales, medicaciones y
milagros. La oración que pide un bien determinado -todo lo que no sea el bien
completo- es viciosa. La oración es la contemplación de los hechos de la vida
desde el punto de vista más elevado. Es el soliloquio de un alma contemplativa y
jubilosa. Es el espíritu de Dios declarando buenas sus obras. Pero la oración como
medio para realizar un fin privado es bajeza y robo. No supone unidad en la
naturaleza y en la conciencia, sino dualismo. Desde el momento que el hombre se
ha hecho uno con Dios, no pide. Entonces ve la oración en toda acción. La oración
del labrador, al arrodillarse en su campo para limpiarlo de hierbas nocivas; la del
remero, arrodillándose a golpe de remo, son verdaderas plegarias oídas por toda
la naturaleza, aunque sea para fines de poca monta. Caratach, en el Bonduca de
Fletcher, cuando se le amonesta para que indague la intención del Dios Audate,
replica: "su oculto sentido se halla en nuestros esfuerzos; nuestras energías son
nuestros dioses mejores." Otro tipo de falsas plegarias son nuestras
lamentaciones. El descontento es la falta de confianza en uno mismo; es la
enfermedad de la voluntad. Lamentad las calamidades, si así podéis ayudad al
doliente: si no, aplicaos a vuestro propio trabajo, y ya el mal empieza a ser
reparado. Nuestra simpatía es tan baja como la anterior. Acudimos a los que lloran
neciamente, nos sentamos a su lado y lloramos para acompañarlos en vez de
infundirles la verdad y la salud con duros choques eléctricos, poniéndoles una vez
más en comunicación con su propia razón. El secreto de la fortuna esta en la
alegría de nuestras manos. El que se ayuda a sí mismo es siempre bienvenido
para los dioses y para los hombres. Todas las puertas están abiertas para él;
todas las bocas le saludan, todos los honores lo coronan, todos los ojos le siguen
con deseo. Nuestro amor va hacia él y lo abraza, por que él no lo necesita.
Le acariciamos y lo celebramos con solicitud y cuidado,
porque sigue su camino y se mofa de nuestra desaprobación.
Los dioses lo aman, porque los hombres lo odian. "Los benditos inmortales -dice
Zoroastro- están prestos para el mortal perseverante".
Las oraciones de los hombres son una enfermedad de la voluntad, lo mismo que
sus credos son una enfermedad del intelecto. Lo mismo que aquellos necios
israelitas, dicen: "Que no nos hable Dios, para que no muramos. Habla tú, que
hable cualquier hombre de los que están con nosotros, y obedeceremos." En
todas las partes me veo con la imposibilidad de encontrar a Dios en mi hermano,
por que éste ha cerrado las puertas de su propio templo y recita fábulas que son
meramente las del Dios de su hermano, o del Dios del hermano del hermano.
Cada nueva mente es una nueva clasificación
Si esta nueva mente resulta una mente de actividad y fuerza no comunes, un
Locke, un Lavoisier, un Hutton, un Bentham, un Fourier, impone su clasificación a
los demás hombres, y ahí tenemos un nuevo sistema. La complacencia del
discípulo se halla en proporción con la profundidad del pensamiento y con el
número de los objetos que toca y pone al alcance del mismo. Pero esto se
manifiesta principalmente en los credos y en las iglesias, que son también
clasificaciones de espíritus poderosos, actuando sobre el pensamiento elemental
del deber, y sobre la relación del hombre con el Altísimo. Tales son el calvinismo,
el cuaquerismo, el swedenborgismo. Los fieles lo subordinan todo a la nueva
terminología, experimentando el mismo placer que siente el niño que acaba de
aprender botánica al ver un nuevo campo con nuevas plantas. Durante algún
tiempo sucederá que el discípulo sentirá crecer sus facultades intelectuales con el
estudio de la mente de su maestro. Pero en todos los entendimientos que no
mantienen el equilibrio la clasificación es convertida en ídolo, se toma por un fin, y
no como un medio que pronto se agota. De este modo se confunden a sus ojos,
en el horizonte remoto, los límites del sistema con los límites del universo,
pareciéndoles que las luminarias celestes están suspendidas sobre el arco
construido por un maestro. No son capaces de concebir que tú, un extraño, tengas
algún derecho a ver, que puedas ver: "Debe ser que nos ha robado nuestra luz."
No se dan cuenta todavía que la luz, indomable, asistemática, penetrará en todas
las chozas, incluso en las suyas. Dejadles piar un rato y llamarla suya. Si son
honrados y obran bien, pronto su bonito redil nuevo resultará estrecho y mezquino,
crujirá, se ladeará, se quebrará y desaparecerá, y
La luz inmortal, completamente joven y alegre,
de millones de orbes y colores,
resplandecerá en el universo como en la primera mañana.
Debido a una falta de autocultura, el ídolo que encarna el viajar, el ídolo de Italia,
de Inglaterra, de Egipto, sigue siendo venerado por todos los americanos educados.
Los que hicieron a Inglaterra, Italia o Grecia venerables para la imaginación, lo
hicieron no mediante un contorneo fascinado, al igual que una polilla gira
alrededor de una lámpara, sino adhiriéndose al sitio en que se encontraban, como
a un eje de la tierra.
En las horas de virilidad, sentimos que el deber es nuestro sitio.
El alma no es un viajero; el hombre prudente permanece en casa y cuando sus
necesidades, sus obligaciones, le sacan de ella o le llevan a suelo extranjero,
sigue en casa todavía; y los hombres leen en la expresión de su semblante que va
como misionero de la virtud y de la sabiduría, y visita ciudades y gentes como un
soberano y no como un contrabandista o un criado.
No tengo ninguna objeción grosera que oponer a la circunnavegación del globo
con fines de arte, de estudio y de benevolencia, siempre que el hombre se haya
hecho primero casero y no valla con la esperanza de encontrar en el extranjero
algo más grande que lo que conoce. El que viaja para entretenerse o para
conseguir algo que no lleva consigo, viaja de sí mismo y se envejece, aunque sea
joven, entre cosas viejas. En Tebas, en Palmira, su voluntad y su mente han
envejecido y se han dilapidado como ellas. Él lleva ruinas a las ruinas.
El viajar es el paraíso de un insensato. Nuestros primeros viajes nos descubren la
indiferencia de los lugares. En casa sueño que en Nápoles, en Roma, puedo
embriagarme de belleza y expulsar mi tristeza. Hago mi baúl, abrazo a mis
amigos, me embarco, y, al fin, despierto en Nápoles y surge ante mí el mismo
hecho severo, el triste yo, implacable, idéntico, de que quise huir. Busco el
Vaticano y los palacios. Simulo una embriaguez de vistas y sugestiones, pero no
estoy embriagado. Mi coloso va conmigo a todas partes.
Pero el ansia de viajar es síntoma de un mal más profundo que afecta a toda la
acción intelectual. El intelecto es vagabundo y nuestro sistema educativo alimenta
la inquietud. Nuestras mentes viajan cuando nuestras cuerpos se ven obligados a
permanecer en casa. Imitamos; y ¿qué es la imitación sino el viajar de la mente?
Nuestras casas se construyen conforme a gustos extranjeros; nuestras estanterías
están adornadas con adornos extranjeros; nuestras opiniones, nuestros gustos,
nuestras facultades, se apoyan y siguen al Pasado y al Distante. El alma creó las
artes dondequiera que han florecido. Era en su propia mente donde el artista
buscaba su modelo.
Era una aplicación de su pensamiento a la cosa que había de ejecutarse y a las
condiciones que debía cumplir.
Y ¿qué necesidad tenemos de copiar el modelo dórico o el jónico? La belleza, la
oportunidad, la grandeza de pensamiento, la expresión justa, están a nuestro
alcance, lo mismo que al de cualquier otro, y si el artista estudia con esperanza y
amor lo que ha de hacer, si tiene en cuenta el clima, el suelo, la duración del día,
las necesidades de las gentes, las costumbres y la forma de gobierno, creará una
cosa que reúna todas las condiciones apetecidas y satisfaga a la par el gusto y el sentimiento.
Afirmad vuestra personalidad; no imitéis jamás.
Nuestras facultades pueden mostrarse a cada paso con una fuerza acumulada por
el ejercicio de toda una vida
Pero de la habilidad tomada de otro no tenéis sino una posesión extemporánea,
una semiposesión. Lo que cada cual puede hacer mejor, nadie excepto su
Hacedor, puede enseñárselo. Nadie sabe lo que eres, ni puede saberlo, hasta que
lo hayas mostrado. ¿Dónde esta el maestro que enseño a Shakespeare? ¿Dónde
el que enseño a Franklin, a Washington, a Bacon, a Newton? Todo gran hombre
es único. El escipionismo de Escipión es precisamente lo que no podía tomar de
otro. No se hará nunca un Shakespeare mediante el estudio de Shakespeare.
Haced lo que os ha sido asignado,
y no podréis esperar demasiado ni atreveros demasiado.
Hay para ti en este momento una posibilidad de expresión tan valiente y grande
como la del colosal cincel de Fidias, o la de la llana de los egipcios, o las de las
plumas de Moisés o Dante, pero distinta de todas ellas. No es posible que se
digne repetirse el alma soberanamente rica, elocuente, con sus mil lenguas; más,
si podéis decir lo que dijeron los patriarcas; seguramente podéis contestarles en el
mismo tono, porque el oído y la lengua son dos órganos de idéntica naturaleza.
Mora en las regiones simples y nobles de tu vida, obedécete a ti mismo,
reproducirás el Antemundo de nuevo.
Lo mismo que nuestra religión, nuestra educación y nuestro arte miran al exterior,
también ocurre cosa igual con nuestro espíritu de sociedad. Todos los hombres se
jactan del mejoramiento de la sociedad y ninguno se hace mejor.
La sociedad no avanza nunca. Retrocede tan pronto por un lado como avanza por
el otro. Experimente continuos cambios; es bárbara, civilizada, cristianizada, rica,
científica; pero estos cambios no son mejoramientos. Por todo lo que se obtiene
hay que dar algo. La sociedad se enriquece con artes nuevas y pierde viejos
instintos. ¡Qué contraste entre el americano bien vestido que lee, escribe, piensa,
lleva en el bolsillo un reloj, un lápiz y una letra de cambio, y el desnudo habitante
de Nueva Zelanda, cuya propiedad se reduce a una tranca, una lanza, una
esterilla y un rincón en una choza sin divisiones! Pero comparad la salud de
ambos y veréis que el blanco ha perdido su fuerza primitiva. Si los viajeros dicen la
verdad, dad un fuerte tajo a un salvaje y la carne se le unirá y cicatrizará en uno o
dos días, como si hubieseis descargado el golpe en una mesa de brea, mientras
una herida parecida llevará al blanco al cementerio.
El civilizado construye carruajes, pero ha perdido el uso de los pies. Se apoya en
muletas, pero en la misma medida ha perdido el vigor de los músculos. Lleva un
hermoso reloj de Ginebra, pero ya no sabe averiguar la hora valiéndose del sol.
Puede consultar el almanaque náutico de Greenwich y estar seguro de encontrar
todas las noticias que precisa, pero no conoce ninguna de las estrellas del cielo.
No observa el solsticio y sabe muy poco del equinoccio. Todo el brillante
calendario del año no tiene un cuadrante en su mente. Su agenda debilita su
memoria; las bibliotecas abruman su ingenio; los seguros aumentan los accidentes.
Y cabe preguntarnos si las máquinas
no nos embarazan demasiado.
Si no hemos perdido la energía con el refinamiento, y algo de vigor de la virtud
primitiva con el cristianismo atrincherado en las formas y en las instituciones;
porque cada estoico era un estoico, pero en la cristiandad, ¿dónde está el
cristiano?
No hay una desviación mayor en el tiempo moral que en la altura o en el volumen.
Ahora no hay hombres más grandes que los que ha habido siempre. Puede
observarse una singular igualdad entre los hombres eminentes de la antigüedad y
los de los últimos tiempos. Y toda la ciencia, el arte, la religión y la filosofía del
siglo XIX no sirven para educar hombres más grandes que los héroes de Plutarco,
hace veintitrés o veinticuatro siglos. No progresa la raza con el tiempo. Fación,
Sócrates, Anaxágoras, Diógenes, son grandes hombres pero no fundan una clase
social. El que pertenece realmente a la clase de ellos no quiere ser llamado con su
nombre, sino que se bautizará a sí mismo y será a su vez el fundador de una
secta. Las artes e inventos de cada época no son más que el traje de las mismas,
pero no vigoriza al hombre. El daño que causan las máquinas perfeccionadas
acaso compensará los bienes que producen. Hudson y Behring realizaron tantas
cosas con sus barcos de pesca como para asombrar a Parry y a Franklin, cuyo
equipo agotó los recursos de la ciencia y el arte. Galileo descubrió con un anteojo
de teatro una serie de fenómenos celestes más espléndida que cualquier otro
después de él. Colón encontró el Nuevo Mundo navegando en una carabela. Es
curioso ver como caen en desuso y se olvidan periódicamente medios y máquinas,
introducidas con clamor de elogios hace unos años o unos siglos.
El gran hombre retorna al hombre esencial.
Contamos los progresos del arte bélico entre los triunfos de la ciencia y, sin
embargo, Napoleón conquistó a Europa con el sistema de vivac, que consiste en
apoyarse solamente en el valor, exento de toda ayuda. El Emperador consideraba
imposible -dice Les Cases- formar un ejército perfecto, "sin abolir nuestras armas,
nuestros almacenes, comisarios y vehículos; sin que el soldado, imitando la
costumbre romana, recibiese su ración de trigo, lo triturara en un molino de mano
y cociese él mismo su pan".
La sociedad es una ola. La ola avanza, pero el agua de que está compuesta, no.
La misma partícula no se eleva desde el valle asta la cumbre. Su unidad es sólo
fenoménica. Las personas que forman hoy una nación, mueren el año que viene
llevándose consigo su experiencia.
Y del mismo modo, la confianza en la propiedad, incluyendo la confianza en las
gobiernos que la protegen, es la falta de confianza en uno mismo. Los hombres
han desviado la mirada de sí mismos y de las cosas durante tanto tiempo, que han llevado a considerar las instituciones religiosas, las ilustradas y las civiles, como guardianes de la propiedad y condenan los asaltos a éstas porque sienten que son
asaltos a aquélla. Miden el valor de los otros por lo que tienen, no por lo que son.
Pero un hombre cultivado llega a avergonzarse de su propiedad y vuelve a respetar su propia naturaleza. Odia particularmente lo que tiene si ve que es accidental; que ha llegado a él por herencia, por donación o por el crimen.
Entonces siente que nada tiene, que nada le pertenece, que sus bienes no tienen
raíces en él, sino que simplemente los conserva porque no se lo arrebata ningún
ladrón, ninguna revolución.
Pero la naturaleza del hombre necesita siempre adquirir,
y lo que adquiere es propiedad viva.
Que no espera por el asentimiento del legislador o de la multitud, ni está expuesta
a las revoluciones, al fuego, al rayo, a las quiebras, sino que se renueva
constantemente dondequiera que él alienta. "Tu suerte o porción de vida -decía el
califa Alí- va siempre detrás de ti; por consiguiente no te preocupes de buscarla."
Nuestra dependencia de estos bienes extraños nos lleva a un respeto servil por el
número. Los partidos políticos celebran asambleas numerosas, y a medida que
aumenta la concurrencia, a cada nuevo contingente que se anuncia: ¡La
delegación de Essex!, ¡los demócratas de New Hampshire!, ¡los liberales de
Maine!, el joven patriota se siente más fuerte que antes por un nuevo millar de
ojos y de brazos. Del mismo modo, los reformadores convocan juntas donde se
vota y se decide por aclamación. ¡Oh, amigos; si Dios se dignara a entrar en
vosotros, no seria sino con un método totalmente contrario a ése!
No veo que el hombre sea fuerte y prevalezca,
sino solamente cuando se desembaraza de todo auxilio ajeno
y se mantiene solitario.
Conforme se agrupan nuevos reclutas bajo su bandera, se va debilitando. ¿No
vale más un hombre que una ciudad? No pidáis nada a los hombres; y en la
infinita mudanza solamente tú, firme columna, debes aparecer como el sostenedor
de todo lo que te rodea. El que sabe que el poder es innato, que él es débil porque
a buscado el poder fuera de sí mismo y en otras partes, dándose cuenta de ello,
se aferra sin vacilar a su pensamiento, yérguese en el acto, permanece en
posición firme, ordena a sus miembros, hace milagros, exactamente lo mismo que
el que se apoya en los pies es más que el que se apoya en la cabeza.
Compórtate así con todo lo que se llama Fortuna. Muchos hombres juegan con
ella y ganan todo, y pierden todo, según los giros de su rueda. Pero tu abandona
como ilícitas esas ganancias y ocúpate solo de la Causa y el Efecto. Los
cancilleres de Dios. En la Voluntad trabaja y adquiere, y has encadenado la rueda
de la Fortuna, y te quedaras tranquilo y sin temer nada de sus rotaciones. Una
victoria política, un alza en los valores, la recuperación de tu salud, la vuelta de un
amigo ausente o algún otro acontecimiento favorable, levantan tu ánimo y piensas
que se preparan para ti buenos días. No lo creas.
Nada puede traerte la paz sino tu mismo
Nada puede traerte la paz sino el triunfo de los principios.