viernes, 1 de julio de 2011

PITÁGORAS, EL FILÓSOFO DE SAMOS









PITÁGORAS
©Por Giuseppe Isgró

Pitágoras, nació alrededor del año 569 -a.n.e-, en Samos, Grecia.
Sus profundos conocimientos le convirtieron en uno de los mas excelsos maestros de la antigüedad.
Fue iniciado en los misterios Eleusinos, fuente ésta en la que se formaron los grandes pensadores griegos.
Tales de Mileto, le inició en el estudio de las matemáticas y Ferecides, -no de mucha mayor edad que él-, fue su maestro en diversas áreas.
Su afán de saber le hace emprender largos viajes, emulando el ejemplo de Licurgo, Solón y Tales de Mileto,.
Visitó Lesbos, Mileto, Fenicia y Egipto, viviendo, en éste, 22 años, estudiando, y recibiendo la iniciación en los misterios menores y mayores egipcios, en los Templos de Isis y Osiris, así como las enseñanzas de Hermes Trismegisto –Toth-, y la Doctrina Secreta de aquel país heredero de la sabiduría Atlante.
Uno de maestros de Pitágoras, en Egipto, fue Oenupheus de Eliópolis.
Visitó, también, Babilonia, donde estudió, con los Maestros Caldeos, la Ciencia de los Magos, la Astronomía, la Astrología, los diversos sistemas de adivinación y la medicina; viviendo, allí, 12 años.
Después de 34 años, Pitágoras regresó a Grecia. En Delfos, consultó el oráculo, resultándole favorable.
Se dirigió a Crotona y, posteriormente, a Metaponto, sur de Italia, (Magna Grecia), fundando allí su escuela, cuyo rol, en nuestra época, encarna la Masonería Universal, cuyos objetivos de estudio de todas las ciencias y la práctica de todas las virtudes, le han convertido en forjadora de líderes, siendo la fuente donde se han alimentado, prácticamente, todos los grandes genios de la humanidad desde 1717 hasta nuestros días.
Pitágoras imponía, a sus discípulos, un período de silencio de dos a cinco años, según el temple del discípulo. Apolonio de Tiana, siglos después, siguiendo la tradición pitagórica, practicó cinco años de silencio.
Pitágoras, empleaba, como método, el aprendizaje, de memoria, de una gama de aforismos, -con cierta similitud con los koans del Budismo Zen-, con cuya repetición constante buscaba el desarrollo del Auto-conocimiento y la práctica de todas las virtudes, entre los cuales se conservan los Versos de Oro; su sabiduría se hace evidente desde la primera lectura, admirando su elevación y profundidad, así como la efectividad de su puesta en práctica.
Además de la filosofía y la astronomía, las enseñanzas comprendían los valores universales, la Reencarnación y la ley del Karma, el liderazgo y la oratoria, -sus discípulos se convirtieron en grandes dirigentes políticos-, la música de las esferas, el teorema de Pitágoras, las teorías de los número, el número de oro y la Tetratkis, en representación del hombre como microcosmos y expresión del Macrocosmos, y, por ende, de la Tétrada y del Cuaternario, vinculándose éste último con el Creador Universal y fuente de la naturaleza toda, y aquella, con el ojo que todo lo ve, temas estos que, por su importancia, precisan ser profundizados.
El maestro y sus discípulos, adoptaron la denominación de filósofos, es decir, amigos de la sabiduría.
Pitágoras, tenía conocimiento de, al menos, seis existencias previas, como son: Pirandro, Etálida, Alco, -mujer de hermoso rostro-, Euforbo, Hermótimo, y Pirro. Fue, también, Isaac, Isaias, Eliseo, Antulio, y Jesús de Nazareth.
Se ha dicho que Pitágoras creía en la Metempsicosis, es decir, la trasmigración de los espíritus humanos en animales. ¿Es ello cierto?
La teoría de la Metempsicosis es anterior a Pitágoras; proviene de las Leyes de Manú, -3.700 –a.n.e-, que explican la reencarnación, ley del karma y otras enseñanzas con gran elevación y precisión, por lo cual, la Metempsicosis seguramente fue una interpolación posterior, por cuanto, el ser humano no retrocede en su evolución encarnando en especies de rango inferior, por lo que, la Metempsicosis, además de ser incorrecta, se le atribuyó erróneamente a Pitágoras, quien enseñó la doctrina de la reencarnación en su esencia real.
Los Versos de Oro se dividen en tres partes: en primer lugar, los relativos a la preparación; luego, aquellos destinados a la purificación, y, finalmente, los que permiten, con la práctica de sus enseñanzas, el ingreso a la divina senda de la perfección. Adelante.

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